Los cinco primeros minutos de metraje (sólo cinco minutos) bastan a un director para expresar el tono y la atmósfera de una película. Eso sólo lo hacen los genios. En esos primeros 5 minutos ya está todo y el espectador queda atrapado por varias cosas:
1. Años 50. La recreación de una época, con pocos espacios retratados -es una película sobre la intimidad (varias intimidades)-, es espléndida. De tono y textura clásicos, prima la elegancia de los encuadres en los que todo parece ser frío, pero es una frialdad sólo aparente. Poco a poco, se irán descubriendo las capas. Y ese clasicismo se reconvierte en puro ESTILO VANGUARDISTA: Thomas Anderson dirige, no lo olvidemos nunca. Y detrás de todo, hay envoltorios y contexturas variadas. No nos quedemos sólo en lo superficial, pues entonces nos estaríamos perdiendo la auténtica esencia de una obra repleta de genio.
2. Daniel Day-Lewis. Es el mejor actor vivo ahora mismo. Y aquí se encarga de demostrarlo una vez más. No necesita histrionismos: su sola presencia (verlo caminar o mirar o sonreír o estar simplemente) es cadencia, tormento, egolatría, inmadurez, fragilidad, egoísmo a raudales. Y todo eso es su superlativo personaje.
3. El arte. La película retrata a un artista (y a otros personajes que lo circundan). Toda ella es un retrato verdadero (y por ello, produce rechazo y admiración a partes iguales) del narcisismo enfermizo de algunos virtuosos. Aquí es un diseñador de moda, pero podría haber sido un escritor, un pintor, un músico, un bailarín…
4. La frialdad. El ínclito crítico Boyero la tacha así y ve en ello su principal hándicap. Pero para mí esa frialdad es un recurso más de Thomas Anderson, imprescindible para fotografiar la vida de unas vidas así. ¿De verdad que estos artistas encumbrados y pagados de sí mismos tienen vidas alegres? No me lo creo. Vivir y ser así es una esclavitud (con sus ventajas, pero esclavitud). Y más que algo frío, la película es el retrato frívolo -y necesario para el tono y la atmósfera- de esas vidas. Y estuve emocionado los 130 minutos que dura la cosa esta maravillosa que he tenido el lujo de ver en un cine vacío en el que sólo yo estaba dentro de la sala.
5. Banda sonora. Es espectacular, casi omnipresente en casi todas las escenas, y lejos de agobiar, consigue profundizar aún más en la narración. Trabajo descomunal de Jonny Greenwood, mítico componente de la banda Radiohead. Hacía tiempo que una música no me emocionaba y llenaba tanto.
6. ¿Historia de amor? Claro, eso es la película. Pero esta película la firma Paul Thomas Anderson. Y entonces todo se llena de sadomasoquismo mental, de barroquismo ambiental y de oscuridades del alma. Y…¡ufff!, todo se desborda en complejidades y misterio. Pero así son nuestras almas, ¿no? Complejas y misteriosas.
7. Mujer. Hay dos retratos femeninos espléndidos (desentrañados por dos actrices maravillosas): la hermana y la esposa joven. Una película feminista cien por cien sin la necesidad de proclamarlo a los cuatro vientos.
8. Ligereza. La genialidad es contar esas oscuridades del alma con el tono y la atmósfera clásica (que en realidad no lo es) de un director genial, genial, genial, genial.
9. Obra maestra instantánea. Le pese a quien le pese.
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