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“EL INSTITUTO TOPEKA”, de Ben Lerner


AÑO: 2019

PÁGINAS: 303

EDICIÓN: 1ª (octubre de 2021)

EDITORIAL: Random House

GÉNERO: novela


En esta novela compleja (por intenciones y propósitos, que, además, alcanzan gran solvencia narrativa) se tratan una serie de temas que van entrando en la narración así como de refilón, porque hay que intuirlos y luego pensarlos tras analizar las profundidades de las escenas que se van sucediendo dentro de ella. Esos temas (los debates sociales crispados, los extremismos conservadores, la desinformación, el pensamiento polarizado, la intolerancia) alcanzan tal magnitud significativa, que dan como resultado un retrato ferviente, atroz y directo de la sociedad norteamericana y, por ende, de toda la sociedad en general.

Para lograr ese retrato crítico de los EE.UU., Lerner sitúa su novela en Kansas (lo que ya de por sí es toda una declaración de intenciones, pues sabemos que es uno de los estados norteamericanos donde mejor se sintetiza la enfermedad del mundo contemporáneo y, por si fuera poco, es una perfecta metáfora de la América profunda) y pone un puñado de personajes entre los cuales muchos de ellos son psicoterapeutas; personajes a los que vemos ceñidos a sus doctrinas liberales y/o feministas, con sus pensamientos polarizados a cuestas y que viven en un universo de estándares absolutos, donde parece que no existen los colores ni la gama de grises. Para ellos, todo es blanco o negro y se juzgan a sí mismos y a los demás como seres buenos o malos, seres exitosos o fracasados. Pero la novela se encarga de mostrarlos en sus actos y discursos o diálogos, y es aquí donde “EL INSTITUTO TOPEKA” se hace enorme literatura, maravillosa obra en ciclópeo talento narrativo, pues nos ofrece una vivisección formidable de la crisis de identidad de la clase media estadounidense, de sus contradicciones, de cómo se ahogan por el exceso de bienestar. Desde cuatro puntos de vista diferentes, vemos un retrato tremendo de gente frustrada que disimula el naufragio, de seres que sienten miedos que convierten en hastío vital, de personas que se mueven en una indolencia ciega y asfixiante. Hasta la infidelidad es para ellos algo que ni siquiera les supone una nueva oportunidad.

Lerner juega magistralmente con los tiempos que se rememoran dentro de la narración y utiliza un lenguaje metódico en subterráneos significados, que resulta apabullante en efectos creativos. El mejor ejemplo de esto son los debates que se narran en la novela, que acaban siendo otro perfecto ejemplo de las ideologías extremistas que nos protagonizan y donde vemos ese peligro tan contemporáneo en el que prevalecen la elocuencia sobre la sinceridad y en el que lo que importa es la victoria por encima del discurso coherente o el pensamiento y donde los trucos verbales o las manipulaciones lingüísticas se cristianizan, finalmente, como las causas del fracaso político. Es en esos debates donde Lerner nos radiografía mejor esa ira del hoy y, como consecuencia, se extrae la crítica subyacente de una novela embriagadora, envolvente, certera y tan bien escrita como estructurada. De esas obras que uno lee con la convicción de estar ante algo que importa de verdad porque tiene dentro una meditación profundísima sobre la vacuidad que nos dominó tras ese antes y después que ocurrió tras el derrumbamiento de las Torres Gemelas.

Grandes personajes, preciso y envolvente estilo literario y una vivisección de la metamorfosis que la realidad sufre hoy día, son las mejores cosas que uno se encuentra cuando abre esta novela y comienza a disfrutarla. O por lo menos es lo que yo he hecho: deleitarme de principio a fin con ella.

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