AUTOR: Antonio Muñoz Molina
AÑO: 2020
PÁGINAS: 111
GÉNERO: cuento
Leer este cuento es volver al pasado y comprender lo presente que lo tienes. Es también, si eres padre, comprobar cómo en tus hijos germinan las mismas emociones y sentimientos que tú tenías sepultados (porque crecer es, sobre todo, mentirnos a nosotros mismos). El miedo es una emoción universal que burbujea dentro de nosotros cuando nuestra consciencia responde ante un peligro (real o imaginario). ¿Qué niño no ha sentido miedo o tenido desconfianza/recelo ante algo de lo que sospecha o no entiende? ¿Quién no bucea y se reconcome entre los bamboleos del morbo de una historia que es mentira, pero nos regodeamos en creérnosla como viable y hasta ocurrida -a otros, siempre a otros-? ¿Quién no ha sentido miedo ante ese “y si me sucediera a mí”?
Muñoz Molina recupera un cuento sepultado en uno de sus libros de relatos y ahora nos lo devuelve en una preciosa edición ilustrada que nos recuerda esos manuales de antes, con tapas duras y textura acartonada. En este cuento quizá se encuentre narrado el miedo más triste, más repetido y más básico de nuestra niñez. Es una respuesta narrativa a algo muy arraigado también en nuestro folclore: ¿a quién no le han dicho nunca de pequeño: “Cuidado, que viene el coco”?
La imaginación de Muñoz Molina (inagotable y tan rica) nos vuelve a situar en Mágina. Y se inventa una historia que, tomando como raíz ese miedo básico, le sirve para hablarnos de otros temas: aquí dentro nos encontramos la España de los años 60 (descrita con la sutileza de pintor en cuya paleta los blancos se mezclan con los colores primarios que dan como resultado multitud de tonos), una España retratada como lo haría Unamuno: fijándose en su parte intrahistórica, en esa España eterna que vive y palpita aunque nunca salga en los periódicos (o sólo sale cuando ocurre una desgracia). Ahí están los hombres humildes que sobreviven trabajando a sol y sombra, la pobreza y la dignidad de los pobres en su lucha diaria y anónima, sumisos y rendidos ante una realidad gris, robada y quieta, demasiado quieta.
En mitad de esa quietud, dos chicos (primos segundos) viven sus miedos en las calles (ay, ese tiempo nuestro a la intemperie, tan perdido, tan desahuciado: nos robaron, también, nuestra libertad infantil. Ay, ay). Ambos aparecen descritos magistralmente con apenas tres brochazos de sintaxis rica y penetrante, pero expuesta con sencillez y estilo traslúcido. Bernardo y Esteban metaforizan los miedos de la época (yo soy de los 70 y es verdad que hablábamos mis amigos y yo de cosas parecidas o que escuchábamos de nuestras madres, abuelos o vecinos), miedos que se contaban a través del embudo de la imaginación y cuando no vivíamos secuestrados por las pantallas y la tecnología.
Muñoz Molina rescata una época en este cuento precioso y preciso. Y lo hace sin idealizarla, pero creando una narración que, en el fondo (y en la superficie), lo que reivindica es (en tiempos de confinamientos y de privaciones) un mundo en el que los niños vuelvan a sentirse más libres y en el que la oralidad narrativa y los diálogos regresen a la vida cotidiana.
Yo crecí con miedos y con historias que me ensanchaban esos miedos. Crecí escuchando esas historias e inventando otras al hilo de las escuchadas. Y toda esa oralidad me traspasó, me hizo ser lo que soy y es también parte de lo que siento. Sin ellas, desde luego me sentiría más pobre, menos completo. Y no sería el lector en el que me he convertido. Y ese lector que soy me ha llevado a disfrutar de un cuento portentoso que tiene la capacidad de removerme y sacudirme, como hace siempre la buena literatura. Y ya tengo nueva lectura para recomendar a mis alumnos y para trabajarla en clase. Estoy seguro de que van a disfrutar con ella. Como yo lo he hecho: llegó el libro a casa, me lo leí en una tarde y tras acabarlo, volví a la primera página y me lo leí de nuevo para saborear aún más (y mejor) todas sus texturas.
Sin ellas, desde luego me sentiría más pobre, menos completo". 👏👏👏
Ese es exactamente el sentido que le doy a la literatura.