Año: 1887
Páginas: 90
Género: teatro
¿Cómo hacer una reseña sobre una historia cuyo tema central es la misoginia? ¿Cómo abordar esta apabullante obra literaria (de uno de los más grandes dramaturgos de la historia) sin que, como reseñador, me tenga que ver salpicado por las opiniones objetivas (y obviamente subjetivas) que vaya a dar de ella?
August Strindberg es un escritor brutal (literalmente: escribo este adjetivo con plena conciencia de lo que pongo). Y no se puede obviar su biografía si queremos entender su obra. Fue un hombre que sufrió y mucho, no sólo por sus etapas (tuvo varias a lo largo de su vida) de esquizofrenia, sino porque lo pasó mal en los tres matrimonios que tuvo. Todo esto se ve con rotundidad, firmeza y precisión en su obra literaria.
“EL PADRE” es una de sus obras teatrales más emblemáticas (aunque el autor sueco sea reconocido casi exclusivamente por otra descomunal pieza teatral: “LA SEÑORITA JULIA”). Aquí están, en esencia, sus rasgos temáticos más recurrentes en este género literario, donde fue capaz de dejar una huella imperecedera (de hecho, se dice que Strindberg es el iniciador del “teatro del absurdo” o “teatro de la crueldad” que tan buenos frutos dará durante la primera mitad del siglo XX). Esos rasgos son: la lucha de sexos, las injusticias sociales y los constantes viajes de la psique humana por los caminos de la demencia.
“EL PADRE” tiene dentro una historia muy dura, yo diría además que es una historia cruel desde la perspectiva masculina, pero también desde la femenina. Los dos personajes protagonistas (un matrimonio en lucha constante por la custodia de la hija que tienen en común) podrían ser psicoanalizados y de los dos extraeríamos mucha miga. Y a los dos habría que tratar de comprenderlos. Aunque, es obvio, al estar escrita por un hombre ( y que sufrió en sus propias carnes lo que se narra en la obra literalmente), el personaje femenino queda bastante malparado. Y las decisiones que toma esta esposa, así creo que debe verlo la solidaridad humana, no son las más adecuadas ni caben en una cabeza equilibrada. Aunque yo, como lector, la entiendo y trato de justificarla: es una mujer en una época en la que tiene las de perder en todos los terrenos. Y su lucha feroz, deshumanizada y cruel contra el marido, no es sino una manera de sobrevivir sin que la entierren las posturas machistas. Pero también entiendo al marido: no son justas las dudas ni las manipulaciones que la esposa le instala en la cabeza. Y, todo, por ese afán nuestro (consciente o inconsciente) de “dominar” al contrario.
Por toda la historia hay instalado un pesimismo melodramático que tiene una fuerza espectacular (cómo me gustaría verla representada en unos escenarios por un par de brillantes actores), no apta para todo tipo de estómagos. Y al saber datos, circunstancias, anécdotas y detalles de la vida personal de Strindberg, puedo entender la misoginia (que no comparto) de este hombre sufridor y, en muchas ocasiones, maltratado por la vida.
A Strindberg no hay que juzgarlo por una sola obra, lo digo para los que se vayan a iniciar con él en cualquier momento. Cuanto más lo leo (y llevo ya algunos años leyendo todas las “huellas” suyas que me voy encontrando), más grande me parece.
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