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  • salva-robles

"EL PASADO", de Tessa Hadley




AÑO: 2015

PÁGINAS: 299

GÉNEO: novela

 

Mientras la leía pensaba que había algo en esta autora, más allá de la interesante trama argumental y de la construcción exquisita de personajes, que me subyugaba. He llegado a la conclusión, tras leerla entera, de que ese ALGO es la maestría que gasta Tessa Hadley a la hora de radiografiar lo cotidiano, muy en la línea de Alice Munro, que es otra escritora con la que alucino por cómo capta el ámbito doméstico de sus personajes.

Y esto es, realmente, lo que hay de bueno en “EL PASADO”: una novela que es pura maestría en eso de observar a la clase media acomodada inglesa mientras nos describe y narra las circunstancias más azarosas y funestas de una familia que aquí es metáfora de los combates y fregados internos que arrastra la sociedad acomodada, que no son sino falacias que logran frustraciones variadas y desencantos adversos. Todo está disfrazado bajo el tópico del “beatus ille” (dichosos aquellos que pueden retirarse al campo, lejos del mundanal ruido) que en la novela parece que se revitaliza para darle la vuelta y convertirlo en “pobres de nosotros allá donde sea que nos situemos”. Los personajes, todos entes redondos descritos con cuatro trazos y que se desnudan más que por lo que dicen por cómo actúan (aunque también tienen su importancia los espléndidos diálogos), aparecen definidos ampliamente en sus psicologías internas y los ves dentro de la novela como seres humanos de carne y hueso que podrían ser cualquiera de nosotros y, claro, son como un espejo diáfano que torturan las conciencias de los lectores porque destilan verdades sobre nuestros modos de vida actuales.

La novela es un cúmulo de detalles (en apariencia) banales que deambulan por las páginas y toda esa banalidad va, poco a poco, abriéndose en canal hasta desnudarse en certezas sobre una familia más desestructurada de lo que aparenta y que arrastra padecimientos y malestares que vienen de lejos, del “pasado” del título. Tres hermanas y un hermano regresan a la casa familiar para pasar las que quizás sean las últimas vacaciones en una casa que se derrumba y que están pensando en vender, aunque con resistencias porque venderla sería como renunciar a los sueños y al legado y aceptar las derrotas o los fracasos. Con ecos del cine de Bergman y de esa obra emblemática titulada “TRES HERMANAS”, de Chéjov, Tessa Hadley nos conmueve y remueve gracias a una prosa extraña. Y digo extraña porque aparenta siempre una serenidad que no es tal, pues debajo siempre subyace una penetración en lo más recóndito de nuestra condición como seres humanos y que logra, de paso, una honda crítica, con mucha procacidad y dobleces, sobre la sociedad inglesa en general que se universaliza de una manera brillante.

En esta magnífica novela no hay abstracciones, en ella predominan los hechos y una realidad que aparece en las cosas y sucesos cotidianos que se vinculan con ese pasado que se cuela en el aquí y ahora dejando su impronta para modificarnos y/o alterarnos el presente. La riqueza de sus personajes es otro logro inmenso. Y, por último, destaco una prosa natural, que se lee con una ligereza sólo aparente y que muestra una madurez que me retrotrae a lo mejor de la novela inglesa clásica y de siempre.

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