“EL PASADO”, de Asghar Farhadi
(Francia, 2013)
“A PROPÓSITO DE ELLY” (2009) y “NADIR Y SIMIN, UNA SEPARACIÓN” (2011), las dos películas anteriores de Farhadi me dejaron con la boca abierta. Dos melodramas impresionantes, tan bien escritos, con tal potencia para traspasar las murallas culturales y con tanta sensibilidad dentro, que se convirtieron dentro de mi cabeza en obras de arte inolvidables. Tengo definitivamente presentes todas las sensaciones que vegeté mientras las veía y que se me quedaron dentro para siempre. Son, ambas, de esas películas estomacales que las ves anonadado, enfadado por lo que se cuenta y absolutamente entregado al melodrama morrocotudo que narran las dos.
Esas sensaciones han vuelto a removerse viendo “EL PASADO”, aunque aquí su director haya bajado un escalón su portentosa magia (quizás por un guion que bordea y casi traspasa lo telenovelero en algunos momentos de un metraje al que le sobrarían unos 20 minutos –algunas escenas no necesitaban alargarse tanto–). No obstante, la humanidad resquebrajada y dolorida de todos y cada uno de los personajes (esos hijos pequeños, como voyeurs obligados a escuchar, sentir y percibir toda la mierda de los adultos, sobrecogen hasta la ansiedad) me atrapan otra vez, me inquietan y me desbordan. La escritura de Farhadi, tan llena de matices y recovecos, dota a la trama de una intriga tan precisa que no lo parece, y me arrastra como espectador, clavado en el sofá sin poder ni querer moverme, hacia el deseo de conocer más y más y más porqués de todo lo que les ha sucedido en el pasado (reciente) a estos seres atrapados en una red de araña que no puede llevar otro nombre que no sea el de supervivencia. El problema de todos ellos es que quieren sobrevivir en los sentimientos (¡toma ya, y quién no!): hay hambre de ser queridos, avidez y codicia en ser apreciados. Pero piden con tanto apetito, que se les olvida dar de comer lo mismo que piden al prójimo. Y, claro, la densidad de sus desilusiones es incompatible porque, aunque no paran de hablar (el cine de Farhadi es magistral en el uso del diálogo como principal herramienta), no logran comunicarse. La protagonista, una madre que está demasiado cerca de los 40 pero que parece vivir en una eterna adolescencia, podría ser absolutamente odiosa, no obstante, en las manos sabias de este director avispado y sutil asoma como una mujer auténtica (la vecina de enfrente, mismamente), desbordada por su gigantesca y a la vez frágil humanidad.
Y encima, como también ocurría en sus dos películas anteriores, todo está sostenido por un grupo de actores superlativo.
Gran cineasta este Farhadi.
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