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"EL PLAN": LIBRO Y PELÍCULA


PÁGINA A PÁGINA Y CINESALVATEKA

 

LIBRO:

“EL PLAN”, de Ignasi Vidal

AÑO: 2013

PÁGINAS: 112

GÉNERO: teatro

 

De una manera sencilla, nada rocambolesca en cuanto a trucos escénicos o meandros simbólicos, el argumento de esta obra teatral bulle y rebulle desde un naturalismo cotidiano que todo lector (espectador) conoce, intuye o vive directamente en sus propias carnes. La identificación con los tres personajes es brutal: puedes estar más en uno que en los otros, pero los comprendes a todos desde la primera escena.

Es un retrato demoledor (por real) del aquí y ahora de esa España “intrahistórica” (de la que hablaba Unamuno). Por los diálogos (auténticos, racionales, verosímiles siempre en esa banalidad pensada adrede) pululan (con mucho humor, bastante ironía y mucha mala leche) los grandes dramas contemporáneos que se pueden resumir en uno solo: ¿qué nos pasa cuando nos roban hasta la dignidad?

El paro que sufren los tres personajes los lleva a estar instalados en unos cuarenta y pocos años que les pesa más de la cuenta, tanto que la frustración en la que (mal)viven los ha convertido en eternos adolescentes a los que les han robado los sueños, las ilusiones, el futuro. Y cuando te das cuenta de ese robo, tu vida entera explota. Y en esa explosión es donde están captados (de manera espectacular) los tres personajes de la obra. Y por ello, detrás de la máscara de la carcajada que producen las conversaciones que intercambian los tres protagonistas, se masca la tragedia, que acaba estallando y dejando en el lector (espectador) una desolación absoluta, una conmoción que no va a olvidar. Y que instala preguntas y remueve los adentros. Y, por ello, es una obra valiente y necesaria en los tiempos que corren. La dignidad es un derecho y nos la están saqueando poco a poco.

 

PELÍCULA:

“EL PLAN” (España, 2019), de Polo Menárguez

 

          Una opera prima interesantísima. Parte de una obra teatral de Ignasi Vidal (que leí y me gustó mucho) y la película no comete el error de muchas de las adaptaciones teatrales: no cambiar de lenguaje y convertirse en teatro filmado, que para una obra cinematográfica es algo mortal. Aquí, aunque la premisa (sólo tres personajes y un único espacio) es la que es, la dirección resuelve el problema con planos audaces, estilo de ritmo rápido con paradas en escenas que requieren concentración, con fondos que se desestructuran y una dirección de actores bastante buena.

          Luego está la historia en sí: tan actual como tremenda, que hace de espejo de lo que no nos gusta vernos en nosotros mismos pero que criticamos en los demás, esa ambigüedad tan nuestra y tan nociva y devastadora. Temas como el paro en la madurez, las miserias indecorosas y amorales o la violencia convierten esta historia en un retrato costumbrista del español de clase media-baja que se encuentra desamparado por las instituciones y, al mismo tiempo, en una radiografía de la España que soportamos donde las víctimas padecen y sobreviven como pueden en un trasfondo social de aúpa.

          Es corta (y se agradece). Sus 79 minutos dibujan en tiempo real las situaciones; de esta manera, el ritmo es un continuo crescendo narrativo lleno de nervio (los diálogos dotan de fuerza, de tensión y de realismo veraz a todo el tinglado) que nos prepara para un final que deja mudo hasta al espectador más exigente. Y tiene tres actores en estado de gracia que bordan unos personajes creíbles, de esos a los que se les ve la piel y hasta los intestinos.

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