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  • salva-robles

"EN LA BOCA DEL LOBO", de Elvira Lindo





AÑO: 2023

PÁGINAS: 265

GÉNERO: novela


Hay escritores a los que los ves crecer y notas cómo en esa evolución van adquiriendo un conocimiento narrativo que ya estaba en sus anteriores obras, pero que va progresando y ensanchándose, libro a libro, hacia una madurez cada vez más exquisita. Elvira Lindo tocó la cumbre en aquella autoficción que fue “A CORAZÓN ABIERTO” (su último libro) y ahora, que se pasa de nuevo a la ficción total, nos regala su novela más redonda, una obra en la que se matiza una abracadabrante sabiduría narrativa desde todos los frentes para apreciarla como novela completa: voz poderosa, estilo cuidadísimo, trama rica en matices, personajes que de tan hermosos se nos hacen reales en nuestra imaginación, poso representativo que es puro conocimiento del mundo que nos rodea y un extraño imperio (en el sentido admirativo lo digo) en eso de comandar una historia que tiene bien cogida y zurcida por todas las esquinas posibles.

La novela empieza como un cuento tradicional en ambiente contemporáneo (aunque ese viaje de la narradora a la España vacía poco tiene de moderno y sí un mucho de esa nación nuestra anclada en tradicionales rutinas necesarias para el día a día y a las que Unamuno llamaría “intrahistoria”, pues en ella caben esos seres de siempre que no aparecen en los libros de Historia, pero que logran formar parte del decorado imperecedero de la España (in)visible). Este cuento tiene, además y por si lo dudábamos, (supuesto) ogro (una mujer enigmática y odiada por casi todos en el pueblo), bosque, secretos familiares y una aldea que de tan real es pura fábula en sí misma. La Sabina, lugar al que llega la niña de 11 años con su madre para pasar las vacaciones de verano, es una localidad perdida que, de pronto, se convierte en perfecta metáfora del interior de esa preadolescente que calla más de lo que parece y que anda aún más perdida que la propia aldea. Esta niña-narradora es otra muestra más, en la obra de Elvira Lindo, de ese talento enorme que tiene esta autora en eso de observar, como poca gente lo hace, la infancia. Aquí, los últimos retorteros de la niñez aparecen radiografiados con profundidad lacerante, pues es la vulnerabilidad magullada y dolorida la que desgarra al lector cuando comienza a entender todo aquello que la maestría del uso de la elipsis no necesita narrar, pero que ha sucedido y/o está sucediendo en el interior y en los contornos de esa criatura.

La niña no es el único personaje lesionado. La vida reparte golpes siempre para todos. Y en esa aldea, descrita a base de pequeños detalles y pormenores, hay muchas personas con el corazón herido. Algunos datos se cuentan, otros se sugieren y el resto el lector se los imagina, pues Elvira Lindo ha sabido reconstruir una narración en la que lo que no aparece, se reconoce y tiene su importancia. De nuevo, la magia de la elipsis (qué bien trabajada está en esta novela), esa hechicería de las omisiones, para capturar efectos (que nunca son trucos, conste) y crear tensiones, misterios y desasosiego en el lector, que se bebe las páginas enganchado, agradecido, agitado y sacudido a medida que va atando cabos o se van conociendo algunos datos. O a medida que el propio lector se va reconociendo, con ese efecto espejo que tienen las grandes narraciones, efecto espejo y efecto revelación. Imposible no implicarse con las emociones que esta novela suscita.

Los grandes temas que nos preocupan están aquí dentro. La autora los engarza, como si de zurcir una colcha de ganchillo se tratara, para crear un universo literario individual y muy peculiar, que, aunque parezca localista, la magia de la pluma de la Lindo logra convertirlos en universales. Pero todos esos temas (que no menciono para no caer en los spoilers) yo los resumo en uno dada la importancia que aquí adquiere: contar historias, narrar a los demás lo que sabemos y sentimos, crea vínculos y cura heridas o hace más llevaderos los venenos recibidos. Decía Borges (no recuerdo ahora dónde) algo así como que “son tantas las veces que he contado la historia, que ya no sé si la recuerdo de veras o si sólo recuerdo las palabras con que las cuento”, y aquí, en la novela de Elvira Lindo son muchos los personajes que necesitan la palabra para seguir respirando, para sanar, para sentirse vivos, para contar sus historias sean reales o sólo las que ellos recuerdan como reales. Es decir, la comunicación oral (de la que nacen los cuentos tradicionales, no lo olvidemos) como necesidad vinculante. Y no olvidemos tampoco que en la comunicación oral hay siempre uno que cuenta y otro que oye. Y, en ambos, algo sucede mientras el acto comunicativo acontece. La palabra empapa siempre.

Gran y conmovedora novela. Con forma de cuento clásico, su autora reinventa la nostalgia y coloca a un grupo extraordinario de personajes (nunca mejor dicho) “en la boca del lobo”, pues el lector los ve caminando y avanzando como a ciegas, pero dando pasos al fin y al cabo, que así es siempre nuestra supervivencia. Y logra una hermosísima pintura de la naturaleza humana, esa naturaleza ahogada en las rutinas y en los silencios. Hay crudeza (y aquí la emparento con la Matute) y diálogos ásperos e incisivos (¿herencia de Martín Gaite?), pero la Lindo me convence (y me estremece, y me descompone, y me remueve, y me sacude) con un estilo narrativo propio, único y cada vez más hermoso. Léanla.

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