A esta película hay que agradecerle, más allá de sus fallos, sus intenciones humanitarias. En este sentido, es una obra que quiere retratar varias verdades del hoy y lo hace contando tres historias que acaban entrecruzándose. En las tres hay algo que acaba por empaparlo todo: su enorme humanidad. Y tanto es así, que en varios momentos busca (y logra) emocionar y remover la conciencia. Es, quizá, esa película que nos recuerda que los demás siempre miramos para otro lado cuando vemos o conocemos historias como estas. Y su director nos solicita, con honestidad a espuertas, que pongamos mirada (y algo más) en que hay realidades que machacan a mucha gente honrada, trabajadora y que ha caído en desgracia en eso de la supervivencia tan complicada que, por desgracia, a veces es la vida. Chapeau, porque esta película zarandea a todo dios y si no es así con alguien, ese alguien es un ser humano peligroso por insensible.
Como propuesta cinematográfica, más allá de sus loables intenciones, nos regala una película desigual, pero con nervio y garra en muchos momentos. Tiene un ritmo vertiginoso, que sofoca y agarrota la respiración del espectador de tantas cosas que van ocurriendo. Hay tanto que no se profundiza en nada y, en este sentido, resulta finalmente una película que necesita mayor astucia y finura narrativas. No está mal construida: hay fuerza en los actores (inmensos, como casi siempre, Cruz, Tosar y Calvo) y hay pasión en las intenciones que se intentan retratar y en su mensaje solidario. Sin embargo, los diálogos parecen muchas veces impostados porque se les nota demasiado su lado demagógico o su punto dogmático e instructivo, ya que no tienen la sutileza ni el brillo suficientes para ser reales, por eso se quedan sólo en verosímiles, que no es poco, pero suponen un lastre porque acaban repitiendo muchos de los clichés del cine social que calca, con buenos propósitos, las grandes películas de Ken Loach.
Es la primera película como director de Juan Diego Botto y se le notan las ganas de mostrar las injusticias de este mundo insolidario siempre con los más necesitados. Su guion y su manejo de la cámara son loables intentos de escarbar en la realidad más cruda y le dan visibilidad a contextos y situaciones importantes. Además, nos regala una película de ritmo endiablado y con una intensidad que impulsa las emociones del espectador. Logra momentos de un ímpetu cinematográfico meritorio (por ejemplo, la escena matrimonial de su personaje con Penélope Cruz, casi en plano único, es un maravilloso regalo artístico). No obstante, esas intenciones quedan algo deslavazadas, pues el resultado final resulta algo tenue y bastante desapegado precisamente por la ingente cantidad de didactismo que atesora su guion. Botto necesita más experiencia con la escritura cinematográfica, en cuanto esto lo pula un poco, quizá pueda regalarnos una película redonda y maravillosa. Ojalá.
CALIFICACIÓN: 7
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