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“FEUD: CAPOTE vs. THE SWANS” (miniserie, 8 episodios)



 

Lo tiene todo: un reparto estelar, un diseño de producción rimbombante, una banda sonora y una fotografía alucinantes, unos directores de renombre (Gus Van Sant a la cabeza) y una historia culebronera (que sucedió realmente) que saca la curiosidad incluso al ser humano más pasota de la tierra (a quién no le gusta el morbo de ver a los ricos llorar o haciendo el ridículo o desnudados en sus miserias). Y, por encima de todo, está el personaje de Capote que ya de por sí es una garantía de morbo, fisgoneo, mala uva o inquisición. La serie no apuesta por la hagiografía tradicional y parecía estar dispuesta a regalarnos un estudio franco y veraz de una época y de unos personajes asquerosamente estúpidos y pagados de sí mismos y que eran más malos que la quina (ay, cómo somos los seres humanos cuando nos da por ponernos envidiosos o nos tocan las verdades que nos duelen y nos las vomitan en público, ay ay ay).

Pues nada de todo lo anterior ha convertido esta serie en una apuesta con resultados positivos. ¿Y esto por qué? Vamos a enumerar sus errores o fallos:

1.     Porque sus ocho capítulos son demasiados: es una serie lenta, a veces soporífera y reiterativa. Con la mitad de episodios hubiera sido suficiente y, quizá, el ritmo y la intensidad estarían más logrados.

2.     Porque las actrices parecen momias. Dios mío cómo asoman esas Demi Moore o Calista Flockhart o Naomi Watts o hasta la mismísima “chica de rosa” Molly Ringwald. Todas parecen muñecotes del peor museo de cera del mundo. Se salva la siempre bellísima y estupenda Diane Lane.

3.     Aunque es verdad que Tom Hollander hace de Capote con un mimetismo encomiable y esto le hará ganar muchos trofeos en la temporada de premios del año que viene (yo diría que hasta merecidos), su interpretación acaba siendo una amalgama de histrionismos que resulta narcótica y cargante. Bueno, igual es que Capote era así realmente. Yo no lo conocí y no lo sé esto, obviamente. A mí me gusta mucho más el portentoso Capote de Philip Seymour Hoffman.

4.     El guion, que tenía una trama interesantísima, acaba haciendo aguas por todas partes y no sabe hincar el cuchillo donde debía para hacer un retrato punzante de una época y de una gente deleznable. Acaba siendo una historia soporífera por culpa de la lentitud que alcanza. Y eso que juega muy bien con las lógicas especulaciones y que se acerca bastante a lo que pudo suceder.

5.     ¿De verdad era tan maligno Capote? ¿En serio? Y entonces, ¿cómo lo soportaba la gente? ¿Es que eran todos imbéciles a su alrededor?

6.     Bueno, esa maldad intentan edulcorarla en varias ocasiones. Hay como un intento de redención de todas las criaturas que aparecen en la serie. Como que su humanidad estaba por debajo de todas esas capas de presunciones, arribismos, mentiras y superficialidades. Pero cuando llega la ternura a la serie, yo ya odio demasiado a esas criaturas y no me la creo, lo siento.

Y, bueno, que aunque haya dicho todo lo anterior, y sin que parezca contradictorio, al voyeur que soy le ha encantado verla porque es una serie curiosa (y muy morbosa) y su diseño de producción espectacular es un regalo para la vista. Conste esto último también como beneplácito para una apuesta televisiva interesante y, sin embargo, fallida.

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