(Japón, 2015)
He descubierto a un cineasta diferente que en dos películas que he visto suyas en los últimos días me ha hecho reflexionar y removerme como hacía tiempo no lo lograba un director (la otra que he visto y que comentaré otro día es “ASAKO I & II”). Esta que comento es una pieza abrumadora por su metraje (dura más de cinco horas y esto puede disuadir a cualquiera). La he visto en FILMIN, que la tiene dividida en tres partes y me he acercado a ella como si fuera una serie con tres capítulos de casi dos horas de duración cada uno, y me la he tragado en tres tardes, poco a poco.
El resultado, tras haberla visto, es verificar que “HAPPY HOUR” es cine sublime, importante, imperecedero. También es cine no apto para cualquier paladar, esto además es justo decirlo. Para alguien como yo, que ha querido y creo que sabido conectar con ella, esta apuesta cinematográfica alcanza una riqueza temática profundísima. Es extenuantemente placentera, un prodigio de la sencillez y hondura al mismo tiempo. Las escenas (muchas de ellas reiteradas o alargadas en exceso) se suceden con una fluidez narrativa impresionante. No es fácil atrapar esta simplicidad visual con fascinante y sugerente contención. Está tan adherida a su naturalismo, que asusta (por lo que remueve y aprisiona) la radiografía de la intimidad del ser humano que acaba desnudando (aquí la de cuatro amigas treintañeras y la telaraña de relaciones en la que viven hundidas). Ese naturalismo, al mismo tiempo, expone (como si de un cuenta gotas se tratara) los desvelamientos y los secretos del alma de cada una de las protagonistas, que se han sentido convulsionadas a raíz del divorcio inesperado de una de ellas.
Hay muchos temas en esta película, pero el tema-tsunami que aprisiona a todos es el de la incomunicación en pleno siglo XXI. Esa soledad, que arrastran TODOS los personajes, aparece retratada con puntillismo excelso y en todas sus vertientes: aislamiento, bloqueo, encierro, extrañamiento, autismo social, retraimiento o abandono. La culpa no la tienen las decisiones que toman los personajes, aquí queda claro que son el peso cultural de mandato patriarcal y la propia cotidianidad rutinaria quienes los ahogan y los dejan sin anhelos y sin alma, vegetando en vidas fijas, conformes y, definitivamente, insatisfactorias. De ahí, surgen los engaños o las deslealtades, pero también las amistades arraigadas y salvadoras.
Pocas veces he visto yo en el cine una radiografía del ser humano como se examina y/o contempla aquí. Pocas veces el cine es capaz de captar la quebradiza trama del tiempo en su relación con las emociones y sentimientos humanos. Es verdad que se podía haber contado lo mismo en menos tiempo, pero entonces “HAPPY HOUR” sería, indudable y lamentablemente, OTRA PELÍCULA y no la maravillosa obra que es. Porque aquí tenemos, bendita sea su existencia, un cine que es puro arte del sosiego y la dilación, pero también de la hermosura de la realidad y de la imagen como exactitud y sinceridad.
Comentários