“IMPOSIBLE DECIR ADIÓS”, de Han Kang
AÑO: 2021 (publicada al castellano por primera vez en diciembre de 2024)
PÁGINAS: 252
GÉNERO: novela
Al igual que sucedía en su libro “ACTOS HUMANOS”, de nuevo Kang toma como punto de partida una tragedia. Si en aquel narraba cómo en mayo de 1980, en la ciudad de Gwangju, el ejército sofocó una revuelta popular provocando miles de muertos, ahora en “IMPOSIBLE DECIR ADIÓS” utiliza de trasfondo la Insurrección de Jeju o Masacre de Jeju, hechos históricos con motivo de la rebelión que se inició en la isla de Jeju, Corea del Sur, el 3 de abril de 1948, y que fue duramente reprimida por parte del Ejército de Corea de Sur, causando más de 30.000 víctimas mortales.
No es que la autora se repita, no. Para nada. Sí está en ambas una tragedia, pero las estructuras novelísticas de las dos no tienen nada que ver la una con la otra y se inventa dos formas diferentes para denunciar sendas desdichas. Sí que es verdad que vuelven las marcas de la casa Kang (las puedo percibir tras 4 libros suyos leídos en poco tiempo tras el Nobel), una autora que esgrime como nadie una prosa turbadora e inquietante, con iconografías (casi representaciones pictóricas en palabras) que deslumbran y aturden a partes iguales o los momentos alucinatorios u oníricos en secuencias de la novela brillantes y también muy perturbadoras y, para quien esto escribe, de una belleza narrativa como pocas veces me he encontrado dentro de un libro. Y esta es, creo sinceramente, la potencia narrativa de Kang, una autora que escribe de manera sencilla y hasta cristalina, pero con una fuerza y una eficacia repletas de hondonadas que tienen calado poderoso y denuncia contundente (sin que necesite de aspavientos o triquiñuelas manipulativas). Es, en definitiva, una escritora que extrae de la pureza sintáctica un lirismo embriagador y como de pesadilla, para dar voz y luz a las injusticias humanas que no deberían olvidarse para no repetirlas. Y también para rendir cuentas sobre cómo el ser humano es capaz de tales espantos.
En “IMPOSIBLE DECIR ADIÓS” está la nieve empoderándose en cada página. La nieve como abismo y contingencia, pero también construyendo otras múltiples metáforas porque así son siempre las imágenes en Kang: que trascienden los significados y las figuras se expanden en el cerebro del lector que las lee y observa entregado a paralelismos que van de lo pequeño (y también íntimo y cotidiano) a lo abundante o trascendental (y que se enmarca con la Historia en mayúsculas). De esta manera, hay dentro de la novela recuerdos como espectros, presentes dolorosos, opresiones históricas que dejan en los personajes posos y determinismos que los arrastran en el ahora y que les imposibilitan la paz porque las pesadillas vuelven una y otra vez como gritando que no se las olvide ni ignore. De ahí el título musculosísimo y poderoso en una novela tan hermosa como impactante.
Hay, además de la atrocidad denunciada, una historia preciosa y delicadísima entre dos amigas, mujeres heridas por accidentes vitales diferentes, pero a las que las une esa empatía sincera tan necesaria en el hoy y que las acopla en lucha contra esas sombras agazapadas que son siempre los fantasmas familiares y aquí, también, nacionales. Hay dentro de esta novela algo así como dos himnos gritando al mundo: el de la amistad como refugio de la desolación; y el de la imaginación delicada (y casi etérea) de una autora empecinada en conmovernos haciéndonos mirar nuestros adentros en pos de la autocrítica, pero también de la compasión.
Con Han Kang me ocurre algo muy hermoso y lo voy a explicar acudiendo al sánscrito: leyendo a la autora coreana yo siento esa emoción llamada “kama muta” y que no tiene traducción en castellano, pero que viene a decir algo así como “sentirse conmovido” cuando ALGO nos hace bien por dentro, como que casi (o igual sin el casi) nos emana un calor en lo profundo de nuestro pecho. Leer a Kang es como sentirme abrazado emocionalmente. Es una de esas agitaciones que se te quedan grabadas en la memoria. No lo puedo describir de otra manera. Y no pretendo con ello convencer a ningún lector de nada: sólo quiero explicar lo que me ha ocurrido las cinco veces que he abierto (para leerlo) un libro de esta escritora.
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