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"JOKER: FOLIE Á DEUX" (EE.UU., 2024), de Todd Phillips



 

Una vez visionada la película, uno se pregunta que si era necesaria esta segunda parte o continuación o lo que sea que sus creadores crean que es esto. He sentido una decepción gigantesca y me he pasado dos horas preguntándome que qué ha pasado para que el descalabro sea tan monumental. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero uno no puede evitarlo: la predecesora fue una obra maestra, una película en la que TODO estaba al servicio de algo grande y así acababa siendo: cine magnético e imperecedero. Y tan profundo como inquietante por lo que tenía de espejo de la realidad. Entonces, ¿por qué si en esta continuación están prácticamente los mismos creadores el descalabro es tan grande?

Empecemos por el guion, pieza fundamental (el esqueleto) que sostiene cualquier película. Aquí ese guion es insustancial, esquemático y tan errático como vacío. Juega a dos bandas: al cine carcelario y al cine judicial. Y ni profundiza en uno, ni lo hace en el otro. Toda la película es una sucesión de escenas que intercala canciones y números musicales deslavazados y tan baladíes como el guion. Todo está como desvaído, apagado. Es una película que camina moribunda por su metraje y eso que el envoltorio sigue siendo estupendo (fotografía, decorados y banda sonora están calcados a la predecesora).

El trasfondo de aquella joya que fue “JOKER” en el 2019 ha desaparecido casi por completo, tanto es así que su supuesta valentía artística (o eso dicen algunos ínclitos) parece querer inmolarse todo el rato. Es como si sus creadores hubieran dicho: lancémonos al vacío sabiendo que debajo nada nos salvará. Y se lanzan. Claro, el tortazo es mayúsculo y las heridas supuran fracaso e impotencia sobre la pantalla, que nos regala una muestra sucesiva de aburrimiento mortal, con escasa trama y mucha impotencia en eso de provocar al público (si es que esto es lo que su director pretendía lograr). Bueno, provocar enfado sí lo ha logrado en mi caso: adoro la película anterior y toparme con esto me ha producido cierta tristeza.

Y luego están sus protagonistas. Venga, sí: Phoenix ya se lució logrando lo que para mí es una de las mejores interpretaciones de la historia del cine (merecidísimo oscar, por supuesto) y en esta continuación está a la altura, aunque su personaje deambule hacia la nada en mitad de tanta nadería. Y lo que hace el director con Lady Gaga es uno de los mayores desperdicios que yo he contemplado en una pantalla: la voz y la presencia (ella no es santo de mi devoción, pero le valoro su carácter e idiosincrasia artísticos) de esta dama se merece algo mejor. Poco puede hacer ella (que tenía el mejor personaje de la película esta vez) ante un guion inexistente o perdido en darse cabezazos contra un muro de hormigón en el que parece que sucede algún que otro arrebato artístico que se pierde en mitad del vacío. Es verdad que alguna escena se puede salvar y tiene algo de ímpetu o de brillo fino y puro. Pero son momentos desperdigados que se quedan solos en mitad de todo lo demás.

En definitiva: este nuevo “JOKER” es una auténtica orquesta desafinada. Qué pena y qué rabia, jopetas.

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