Los que ya conocemos la trayectoria de este director y hemos sabido conectar con sus mundos ficcionales extraños, provocadores y siempre insubordinados y como fuera de los cánones establecidos, nos alegramos cada vez que estrena una película. Esta última nos llega cuando casi no nos ha dado tiempo a procesar su (ahora) penúltima creación, la aclamada y barroca “POBRES CRIATURAS”. La sensación que tengo, sin que estas dos últimas producciones me hayan disgustado, es que percibo algo así como una decadencia en una filmografía plagada de excelentes títulos, sobre todo los primeros (que son los que a mí más me gustan, por cierto).
“KINDS OF KINDNESS” es un tríptico o tres historias independientes conectadas por dos cosas principalmente: el grupo de actores que las protagonizan y la extrañeza de la condición humana que muestran desde tres vertientes diferentes (quizá no tanto cuando piensas y procesas la película). Es una obra a la que hay que dedicarle paciencia (por su duración -casi tres horas- y porque la sensibilidad artística de Lanthimos reclama -y hasta reivindica- que entres en un mundo ficcional no apto para todos).
Veo la película casi siempre fascinado (la cámara moviéndose con elegancia kubrickiana; la fotografía es espléndida y logra una obra de bellísima factura). Noto a un director minucioso, innovador, escrupuloso en los detalles, autodidacta, obsesivo, perturbador y, sin duda alguna, ambicioso. Sin embargo, la película me deja extrañamente frío. La he contemplado anonadado a ratos, desalentado en algunos momentos y en otros sentía que lo convencional quedaba dinamitado. El problema que yo le veo a esta inclasificable apuesta cinematográfica es que no sé realmente qué me quiere contar su director. Vale, veo que hay ganas de retratar la condición humana de manera satírica y hasta con un humor soterrado y casi escondido; vale, percibo que nuestras rarezas mentales pululan por la pantalla; vale, descubro que sigue habiendo una inclinación hacia las singularidades que nos incomodan y desagradan a todos (bueno, a casi todos). Sin embargo, las preguntas que me hago cuando la termino son: ¿y todo para qué? No me defrauda, pero…¿me convence? ¿Por qué la percibo a ratos tan bobalicona? ¿Sus retorcimientos y crueldades me hacen gracia -de esa que me penetra hasta hacerme sentir incómodo- o ahondan como deberían para considerarla una obra mayor? Esta vuelta a sus orígenes de Lanthimos, ¿tiene la misma miga que sus primeras películas?
Y tras hacerme esas preguntas para las que no encuentro respuestas o me salen respuestas negativas, llego a una definitiva conclusión: esta película (quizá) fallida y (quizá) menor la prefiero mil veces antes que toda esa caterva de cine insustancial que nos llega desde el otro lado del Atlántico. Es decir, prefiero este cine presuntuoso y creído que parece caminar hacia una nada porque tiene dentro un algo extraño -además de otro algo artístico que me avasalla- y que yo llamaría ironía morrocotuda. O sea, el espectador tiene delante a un director que se ríe de ese espectador que se le pone delante. Y, oigan, a mí las ironías macabras me acaban convenciendo o no disgustando del todo.
Posdata: cómo agradezco, por cierto, la valentía de Emma Stone; no se corta un pelo en dejarse arrastrar por cualquiera de las rarezas que Lanthimos le propone. Y me gusta, más que nunca, este Jesse Plemons triplicado que la película nos regala.
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