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  • salva-robles

"KLARA Y EL SOL", de Kazuo Ishiguro


AÑO: 2021

PÁGINAS: 334

GÉNERO: novela


Ishiguro vuelve a regalarnos otra narración emocionante y cargada de profundidades sin que apenas se note gracias a esa prosa diáfana, directa, pulcra y de una belleza natural que deslumbra a los lectores que lo idolatramos.

Con un tono y unas intenciones parecidos a los de su obra maestra “NUNCA ME ABANDONES” (aunque argumentalmente hablando se parezcan poco o nada y sólo coincidan en plantear una distopía extraña y subversiva, pero desde una moderación que subyuga), el novelista británico nos regala otra vez sutiles y avispadas cavilaciones sobre la naturaleza humana que el lector debe ir desmembrando en su cabeza al mismo tiempo que lee, ya que, como es habitual en este autor, todo o casi nada se explica y lo deja en suspense, sin justificaciones. Así logra, con magistral desenvoltura, incubar ideas y construir ficciones alegóricas que se convierten en maravillosas metáforas del tiempo que parece que se nos acerca o que ya procesamos sin que apenas nos demos cuenta. “KLARA Y EL SOL” es otra novela ishiguriana de barruntos, de presentimientos. Y obliga al lector a posicionarse sobre diatribas de profundísimo calado ético.

Klara, la narradora en primera persona de esta novela, es una AA (una Amiga Artificial), entrenada o “programada” para velar y cuidar niños. Ishiguro se inventa un personaje soberbio, cuyas preguntas, dudas o actos ingenuos (ante lo que va aprendiendo mientras actúa y observa a las personas que la han comprado en una tienda) la convierten en una portadora de perspicaces lecciones sobre las conductas de los seres humanos, sobre nuestra esencia en temas como el amor o nuestro papel en la vida. Klara parece extraída de una narración tradicional, es un personaje de cuento que, como Caperucita o Hansel y Gretel, anda perdida por un bosque (la vida) repleto de peligros y, como todos esos personajes universales, se ve empapado por una tristeza intrínseca a esos peligros que la acechan y no comprende.

Uno va leyendo y acaba el libro y cuando lo cierra se percata de un desasosiego embarazoso que ya sintió en la primera página al comenzar la lectura. Esa zozobra la logra la pericia de un narrador maravilloso, un maestro de la novela contemporánea, que consigue penetrabilidad consciente en la psique del lector, que lee emocionado siempre, pero aturdido e incómodo también. ¿Y por qué le sucede esto al lector? Porque Ishiguro es un artista que sabe responder de verdad a la morrocotuda pregunta de: ¿qué representa, denota o significa ser humano?

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