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“LA BUENA LETRA”, de Rafael Chirbes


“LA BUENA LETRA”, de Rafael Chirbes

AÑO: 1992

PÁGINAS: 144

GÉNERO: novela

 

La narradora protagonista cuenta a su hijo el pasado. Con esta premisa, Chirbes bucea (usando una prosa directa, libre de adornos superfluos y de trucos narrativos vacuos) en la historia con minúsculas, en esas vidas que pululan alrededor de los grandes acontecimientos y que pocas veces son mostradas en las novelas históricas. En este sentido, la historia que narra la ficción es íntima, toda ella filtrada a través de la visión de una mujer desencantada, sabia y llena de recuerdos. Esta mujer se convierte en la voz de una generación y con ello el autor consigue poner claridad, testimonio y alegato en las generaciones que han llegado después (simbolizado por el interlocutor al que va dirigido todo el relato: el hijo de la protagonista). Los fracasos, los miedos, las rencillas familiares…todas esas desgracias que provocan una guerra y sus posteriores consecuencias están aquí dentro, y todas ellas marcan a una familia, la familia de Ana, la madre que se dirige al hijo.

Dos cosas me han llamado la atención:


Una: el certero retrato desde la visión de una mujer realizada por un escritor masculino. Hay delicadeza, verdad a borbotones y un conocimiento de la naturaleza femenina bastante profundo. En este sentido, Chirbes se muestra como un hábil captador, como un atento escrutiñador y como un virtuoso “transplantador” del alma femenina sobre las páginas que llenan esta hermosa (y tremenda) historia.

Y dos: su aparente llaneza esconde dentro algo de brutal importancia para nuestra Historia (ahora sí) con mayúsculas. El escritor da voz a los vencidos de la Guerra Civil. La casa donde habita la protagonista (y que no quiere abandonar) se convierte en otro símbolo: el pasado que no podemos ni debemos olvidar, frente a las especulaciones inmobiliarias que tantas desgracias han traído.


Es una novela corta, amueblada por párrafos también cortos. Todo esto da un ritmo rápido y fluido, donde el dolor que se muestra entra en el enganchado lector como cuando se saborea un buen poema. Esta manera de fragmentar el relato da una importancia capital a la elipsis. Y el uso del lenguaje coloquial me ha recordado a algunos de los personajes femeninos del teatro de García Lorca: esas mujeres aferradas a una verdad extraída de las entrañas de la realidad vivida a fuego lento y tragada de manera sabia para sobrevivir.

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