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  • salva-robles

"LA EDAD DORADA" (temporada uno, 9 episodios)


El arte del culebrón, podría titular mi reseña. Es una serie a la que hay que perdonarle los fallos que tiene. Bueno, más que fallos, son defectos de forma. Pero se le perdonan esos defectos y esperemos que los pueda mejorar en la segunda temporada, que sin duda llegará porque esto parece una apuesta que se va a quedar para varias temporadas más.

La he disfrutado de principio a fin. Es puro entretenimiento y sofisticadísimo diseño de producción. Uno alucina con los decorados, el vestuario, la fotografía y sus intenciones claras de agradar, entretener y embelesar con su envoltorio. Lo logra con creces. Es una serie impecable visualmente hablando.

El creador de “DOWTON ABBEY” no imagina ni nos regala nada novedoso aquí dentro. Es un culebrón decimonónico y se recrea en serlo sin miramientos. No hay primicia ni invención tampoco, pero qué importa eso. Aquí nos regala un disfraz exagerado, como parodia y hasta simulacro y caricatura de las historias de Edith Warton y de Jane Austen, sin olvidarse de la admiración que se les profesa a ambas.

Los personajes son TODOS remedos, hipérboles y hasta duplicados de los personajes-tipo tanto de los culebrones contemporáneos como de las historias que muy bien podrían perpetrar Corín Tellado o Danielle Steel si a estas se les hubiera ocurrido situar sus historias en el Nueva York de finales del siglo XIX. Y, sin embargo, los adoras a todos por igual, hasta los que te caen mal y aquí hay unos cuantos. Todos tienen sus pequeños matices.

Toda la serie apuesta por el melodrama en el que priman los tejemanejes y complots de la alta sociedad neoyorkina. Las tramas están enriquecidas por una temática variada y potente (que tampoco inventa nada, por supuesto). Aquí dentro se ven el uso del poder, la importancia del dinero, la diversidad sexual tapada, el racismo, las clases sociales, los secretos y las disputas familiares, el afán de lucro, las puñaladas traperas…y no se olvida de los temas sociales. Todo aquí dentro apunta sin miramientos hacia una telenovela de época cuya energía está puesta en subrayar, sin cortarse nunca, los delirios de unos personajes exagerados y desmedidos en sus emociones.

El reparto es sensacional. Nadie desentona.

Los únicos peros que le pongo, y es aquí donde están sus principales fallos, es que los diálogos deberían mejorarse mucho (llegan en muchas ocasiones a ser superficiales y hasta ridículos) y que la serie debería decantarse un poco más en penetrar en los matices de los personajes.

Pero, insisto, la he devorado encantado de la vida. Es puro entretenimiento. Y está tan bien empaquetada que da gusto dedicarle tiempo para degustarla. Es como ver algo pecaminoso que los culturetas van a menospreciar (estoy segurísimo) y que uno paladea en casa con la agradabilísima sensación de ver algo que está prohibido alabar o enaltecer. De hecho, ya he comentado en mi trabajo que la estaba degustando y varios me han soltado: “¿Tú estás viendo eso?”. Ay, los prejuicios de algunos. Ay, ay. Ay. Pues ellos que se lo pierden.

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