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"LA EDUCACIÓN FÍSICA", de Rosario Villajos



AÑO: 2023

PÁGINAS:299

GÉNERO: novela


Es una novela feminista. Digámoslo así de entrada. Sin cortarnos, las cosas claras. ¿Y qué pasa? ¿Algún problema? Y, oigan, dentro de esta novela feminista resulta que también hay buena literatura. Muy buena literatura. Literatura feminista y, además, sin ser un panfleto. Porque esta novela va al grano, al meollo, a lo que importa y a destapar algo: LA VERDAD, así en mayúsculas. No hay panfleto ni demagogia, hay autenticidad, hay realidad y, por tanto, hay crudeza. De la que duele y lacera (sobre todo a los que niegan esta verdad y, más aún, a las mujeres que viven y padecen lo que narra Rosario Villajos dentro de sus páginas, que no es sino SINCERIDAD en eso de contar lo que todos vemos y sabemos e incluso aceptamos como normal, cuando también sabemos que no lo es).

La novela la protagoniza una chavala, en edad adolescente y, por tanto, peleada con el mundo. Pero esta chavala, de nombre Catalina, tiene razones múltiples para estar cabreada con lo que la rodea. Y se calla ese cabreo y lo paga consigo misma, contra su cuerpo. Las personas no sólo nos identificamos con nuestros pensamientos, también lo hacemos con nuestros sentimientos y, muy rara vez, resulta que usamos conscientemente nuestros cuerpos para querernos más o menos o comunicarnos, que es tanto o más importante a la hora de comprender nuestra propia personalidad. La gente nos conoce por nuestro nombre, sí, pero inmediatamente después se nos recuerda o se nos identifica por nuestras características físicas. Nuestro carácter o personalidad se construye, sin duda alguna y también, a través de las características de nuestro cuerpo y por nuestro modo de aceptarlo (o no). Así que Catalina es una chica que vive una batalla con/contra su propio cuerpo. Pero esa batalla que libra es por culpa, sobre todo, de un mundo empecinado en hacerla culpable por el mero hecho de haber nacido en el cuerpo de una mujer. La potentísima voz narrativa de esta novela (un narrador omnisciente en 3ª persona que parece la propia conciencia de la protagonista) se expresa para gritar el sentir de toda una generación, esa que era adolescente en los años 90 del siglo pasado. Es aquí donde la novela se engrandece hasta convertirse en defensa feminista (nunca panfleto, repito y quede claro esto) y en grito de un resentimiento que pone los vellos de punta (sí, es imposible no sentirse aludidos, queridos compañeros de sexo masculino. Y bien que nos hace falta que nos toquen donde nos duele. A ver si removemos un poquito las conciencias. Cómo no darse por aludidos, cómo. Yo he visto y oído muchas de las cosas que se narran en esta novela. Y no sé si las he consentido (seguramente sí), pero sí sé que muchas veces me he quedado callado o he mirado para otro lado). Pero resumamos: su personaje central, Catalina (un personaje descomunal, digámoslo claramente, de esos que un buen y atento lector no olvidará nunca y que está repleto de múltiples capas), es una adolescente atrapada en la violencia que recibe y se convierte, rotundamente, en distintivo de una generación. Sus complejos y su rabia no son sino espejo/reflejo de una domesticación histórica perpetuada en el tiempo.

Otra de las cosas que me han llamado la atención, para bien, en esta novela es el uso del tiempo externo, que sucede en unas escasas cuatro horas de una tarde veraniega de agosto. Pero este tiempo escaso se dilata en constantes flashbacks en la memoria de la protagonista, que bucea para trazar la radiografía de una sociedad empecinada en un dominio institucionalizado que conserva el acatamiento e invisibilización de las mujeres y que ha creado un dañino contexto de desigualdad estructural. Cualquier lector atento y sensible cae rendido ante la evidencia y siente la impotencia (quizá, también, como parte de un aprendizaje inoculado) por acatar, doblegarse y/o contribuir (consciente o inconscientemente) a esta situación perpetuada. Ese tiempo externo lo utiliza magistralmente Rosario Villajos para, al mismo tiempo, hacer un retrato de una España concreta. Los años 90 están magnética y magníficamente radiografiados con retazos de noticias, con insinuaciones pertinentes y datos concretos de la España periférica. Como lector, he recordado muchas de las cosas que protagonicé o viví o escuché. Y aquí la novela alcanza cotas altas de narración hermosa y pertinente: es una obra de calado profundo cuando radiografía a un país en permanente estado de suspensión.

Rosario Villajos da un gran salto adelante en su literatura y se confirma como narradora de voz poderosa. Libro a libro, se está convirtiendo en gigante voz de su tiempo y en parte de un relevo generacional importante en las letras españolas, que ha decidido con sus temáticas dar visibilidad a las preocupaciones latentes en el siglo XXI y tocar algunas de nuestras más sangrantes asignaturas pendientes que pocas veces, o nunca, han sido materia temática en la historia de nuestra literatura. Sobre todo, de manera tan descarnada y directa.

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