AÑO: 2022
PÁGINAS: 224
GÉNERO: novela
Tengo que hablar de decepción. He leído de nuevo a Sara Mesa, tras la encumbrada novela “UN AMOR” de la que no entendí tanto premio y críticas positivísimas, y vuelvo a quedarme con la misma sensación que con aquella: no, no funciona. Aporta ideas, tiene atisbos, hay intentos, pero finalmente me encuentro un deslavazado relato de la radiografía de la vida doméstica de una familia dibujada desde distintos ángulos o visiones.
Sí, tiene buenos personajes, pero no se les saca partido suficiente. Sí, tiene una estructura curiosa (técnica fragmentaria que bucea en constantes saltos hacia atrás o hacia adelante y cuyos capítulos independientes funcionan como piezas de un puzzle), pero uno echa de menos muchas piezas, aunque se entienda que hay un juego ciertamente interesante con las elipsis y no haya que contarlo todo. Pero no, cada capítulo es tan independiente de los demás que el juego no acaba de articularse para crear un todo que interese lo suficiente. De hecho, hacia la mitad de la novela aparecen algunos capítulos que me han producido bochorno (el último, por ejemplo; o el del aeropuerto o el que se le dedica a Aquilino, el hermano pequeño: ¿qué aportan al conjunto?). De nuevo, vuelvo a sentir como en “UN AMOR” que la novela no está bien rematada, que se parte de una idea y unos conceptos sugestivos que se van diluyendo a medida que se suceden las páginas. A un buen comienzo, le sigue una continuación, y, sobre todo, una resolución pobres, insuficientes y, sobre todo, muy decepcionantes.
Hay todo el rato una abrumadora sensación de “Déjà vu”, de que todo lo que sucede en la novela ya nos lo han contado muchísimas veces exactamente de la misma manera. Es decir, hay una catarata de clichés que rechinan y resuenan en la mente del lector que yo he sido. Y, claro, he comparado con otras que me contaban lo mismo, y muchas de esas otras salen ganando por goleada a “LA FAMILIA”, de Sara Mesa. Porque no, esa cadena de desencantos que se muestran como ejemplo de la zozobra y del malestar contemporáneos (que yo creo que quizá sea el tema central de la novela y casi de toda la narrativa de la autora), no están mostrados ni con originalidad ni con una prosa que nos envuelva y/o atrape.
A favor, la atmósfera opresiva que se advierte en la casa donde habitan los personajes principales. Con punzantes detalles y sin tener que recurrir a grandes descripciones, la asfixia en la que viven se percibe de manera natural y logra inquietar algo esa “cárcel” en la que el progenitor ha convertido su particular “casadebernardaalba”, sólo que aquí Bernarda es un Bernardo. A favor, también, ese peso que tienen los recuerdos contados años después por los personajes que han salido de la “cárcel”, pero que aún se sienten presos e incapaces de desprenderse del todo de ese determinismo angustioso que los aplasta inexorablemente. A favor, el particular retrato de la soledad del hombre del siglo XXI que recoge cada capítulo. A favor, que el lector, a veces, se siente identificado con alguna escena que lo lleva a reminiscencias personales, sin duda. Y a favor, por último, esa prosa lacónica y desprovista de alaracas o barroquismos.
Pero nada de lo que está a favor consigue que la novela sea una narración inolvidable. De hecho, tengo la sensación de que en pocos meses la habré enterrado en un rincón inhóspito de mi memoria. Sigo sintiendo algo con esta autora que me lleva a leerla de nuevo cuando publica, pero igual que no se me quitan las ganas de seguir su trayectoria, también siento que mis expectativas previas (e inevitables pues la publicitan por todo lo alto y las reseñas que pululan por el universo de internet la ponen siempre, o casi siempre, como lo más de lo más) se van derritiendo en un pozo de desilusión a medida que voy pasando las páginas y el final de la novela se acerca. Con Sara Mesa es siempre un sí, pero no. Y un ¡ay! que crepita y gruñe en mis entrañas lectoras. En fin.
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