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LA FAMILIA EN EL HOY (I)

  • salva-robles
  • 1 sept
  • 3 Min. de lectura
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Que el mundo se ha descompuesto nadie lo duda. Vivimos (no nos cortemos y seamos realistas, ¿vale?) en una ruina gigantesca, infiltrados en una sociedad en la que están quedando aparte (o directamente eliminados) los valores, la emptatía, la solidaridad… Existimos prácticamente en el yo, en una sociedad enferma de un egocentrismo descorazonador tan enfermizo como insultantemente mortífero. El resultado de todo se vislumbra en las redes, en la política, conduciendo un coche por las calles de una ciudad o en la cola del supermercado.  En resumen: una sociedad a la deriva. Creo que en esto una gran mayoría de nosotros está de acuerdo, ¿verdad? ¿O soy yo que estoy ciego y soy muy tremendista?

Es curioso que cierto cine europeo (más que ninguna otra cinematografía) se está dando cuenta de lo que sucede y lo refleja en películas-puñetazo como las que voy a comentar más abajo. Son de esas obras que te destrozan la conciencia, te perturban las emociones, te obligan a reconcentrar tu mirada en la realidad y, además, te dejan noqueado y con heridas abiertas en la psique y en el corazón. Así que bravo por ellas, por su valentía y, sobre todo, por su gigantesca (y tan necesaria) honestidad.

 

“LA PARTITURA” (Alemania, 2024), de Matthias Glasner

 

Una de las mejores películas que he visto yo en los últimos años. Menuda familia sale retratada aquí dentro. Una obra en la que lo mejor (aparte de las impresionantes interpretaciones de todos los actores que salen en ella) es su equilibrio entre lo burlesco y lo enternecedor. No se corta el director en exponernos el destrozo emocional y físico de los seres humanos que salen en la pantalla, pero lo hace con una mirada limpia: la cámara no conceptúa ni adjetiva, solo muestra sin juicios. Hay crueldad, pero esta nunca es improcedente, regalada o injustificada. La cámara recoge la verdad de una familia cuyos miembros están destrozados cada uno a su manera (si bien, todos han contribuido para que los otros estén como están). Así, la honestidad y la coherencia acaban estallando como principales agarraderos, aunque se nos esté hablando del vacío existencial, de lo inadmisible o de la intimidación emocional que sufrimos en el hoy. No es una película agradable. E incomoda porque habla de temas muy serios y complicados sin dar ninguna solución. Sin embargo, su honestidad y su clarividencia inteligentísima estallan en la pantalla de una manera tan hermosa como exquisitamente humana. Las tres horas que dura se me pasaron en un suspiro. Eso sí, la acabé conmocionado, pero aplaudiendo también.


CALIFICACIÓN: 9,75

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“SAFE PLACE” (Croacia, 2022), de Juraj Lerotic

 

Otro puñetazo de película. El intento de suicidio de un personaje es visto desde el shock, la alteración y el asombro de los afectados: una madre y un hermano. Está rodada a base de sumar secuencias largas sin que apenas la cámara se mueva y esto produce una contundencia que va empotrándose poco a poco en la pantalla y en la conciencia del espectador. El tono preponderante es la (aparente) sencillez expositiva, pero los temas van empapándolo todo con calado mayúsculo. Entre medias, el director muestra las situaciones con una cámara que retrata los espacios y recoge el sonido de una manera muy particular. Los personajes aparecen casi siempre mal enfocados, escondidos tras cristales o muros o directamente en mitad de la realidad de un afuera que se recoge como un espectador más, mientras los protagonistas parecen puntos intrascendentes en mitad del encuadre recogido por la cámara.

Es muy desasosegante, también, cómo se retrata el sistema sanitario aquí dentro: los personajes afectados son tratados con desprecio. Es en esta parte donde la película ahonda también en la falta de empatía y en la inclemencia de médicos, enfermeros o especialistas en salud mental, mostrando una sociedad fría, alienada, injusta y absolutamente demencial para con los pacientes o los familiares. Esa falta de valores inunda la pantalla encharcándola de inhumanidad, de una implacable y desalmada intolerancia que es parte de ese hoy hundido en la hostilidad, en la discordia.

Lo mejor de esta película es su contundencia mostrada de forma reposada y también de manera muy inquietante, mientras nos habla de secuelas y efectos cuando la propia acción sucede. Los silencios y las miradas de esa madre y ese hermano, pero también los del enfermo mental, dotan de una fuerza impresionante a las imágenes que se suceden en la pantalla. El dolor se palpa sin que tenga que mostrarse, así la sensación que recibe el espectador es la de una impotencia desasosegante, brutal, contundente. Y el final, ay ese final, es arrollador, tan agresivo como inevitable.  


CALIFICACIÓN: 9,5

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