LA FAMILIA EN EL HOY (II)
- salva-robles
- hace 5 días
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Que el mundo se ha descompuesto nadie lo duda. Vivimos (no nos cortemos y seamos realistas, ¿vale?) en una ruina gigantesca, infiltrados en una sociedad en la que están quedando aparte (o directamente eliminados) los valores, la empatía, la solidaridad… Existimos prácticamente en el yo, en una sociedad enferma de un egocentrismo descorazonador tan enfermizo como insultantemente mortífero. En resumen: una sociedad a la deriva.
Es curioso que cierto cine europeo (más que ninguna otra cinematografía) se está dando cuenta de lo que sucede y lo refleja en películas-puñetazo como las que voy a comentar más abajo. Son de esas obras que te destrozan la conciencia, te perturban las emociones, te obligan a reconcentrar tu mirada en la realidad y, además, te dejan noqueado y con heridas abiertas en la psique y en el corazón. Así que bravo por ellas, por su valentía y, sobre todo, por su gigantesca honestidad.
“HAPPY HOLIDAYS” (Alemania, 2024), de Scandar Copti
Es de esas películas cuyas profundidades están en el poso que dejan en la conciencia del espectador sus meandros argumentales. Más que mostrar (que también), lo que hace es sugerir para que leamos “entre líneas”. Así, el guion es pura inteligencia y deja sedimentos o remanentes en la psique que tienen tanta enjundia como crítica feroz. Aquí la historia de una familia sirve para quitar la máscara a aspectos culturales y políticos en temas como el género y la raza étnica. Es una película que abre debate, que se moja en los temas que toca y que son siempre duros, trágicos.
Y por si fuera poco, tiene a un grupo de actores en estado de gracia.
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“SESÉS (CUANDO TODO SE HUNDE)” (Lituania, 2024), de Laurynas Bareiša
Otra película que presenta a una familia a la que la vida le da un zarpazo de esos de los que es difícil recuperarse. Lo mejor de ella es que parece que no ocurre nada y debajo de las situaciones hay escondidas llamaradas exaltadas. Y otra circunstancia gigante en ella es cómo está contada: hay dentro un juego temporal que secuestra al espectador de una manera muy intensa pues este comprende que está atrapado en algo que durante todo el metraje no sabe lo que es, aunque intuya cosas.
He visto algo de Haneke, pero también el humor (frío en muchas ocasiones) de Östlund. El aroma y el estilo de ambos se percibe, sobre todo, en la distancia que se toma entre lo que la película cuenta y en cómo lo cuenta. Se nota también en la brutalidad subyacente que se muestra en esas largas secuencias de una sola toma. En el fondo, el trauma que narra la película aparece en la pantalla mediante el juego de la regeneración/duplicación de instantes y la segmentación de los mismos.
Es calculadoramente fría y tan aguda como penetrante. Desconcierta en muchas ocasiones su crueldad contada con chispazos divertidos. En resumen: una película incómoda dirigida con pericia y abundante talento.
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