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"LA HABITACIÓN DEL HIJO"


(Italia, 2001), de Nanni Moretti


La historia de “La habitación del hijo” relata la vida de una familia corriente, normal. Una familia cualquiera. Desde el principio, sus miembros y sus vicisitudes nos parecen conocidos y reconocibles: transitan por la normalidad del día a día, podrían ser gentes que atraviesan momentáneamente las esquinas a diario y que se cruzan con nosotros de manera invisible. Hay en esta película una sencillez hermosa y sin estridencias que va penetrando en las retinas del espectador a través de una cámara silenciosa y limpia; una cámara que mira lo que ve con la sinceridad del que sabe que la verdad es sólo lo que hay delante y que no tiene la necesidad de buscar en los adornos y en las retóricas vacías una mirada subjetiva y mentirosa que ayude a edulcorar la realidad desnuda y directa. El zarpazo de verdad penetra por todos los poros del film y se instala como protagonista absoluto.

Es el azar el que hará un desgarrón a estas vidas anónimas recogidas hasta entonces por la cámara sigilosa. A partir de esa cotidianidad rota por el puñetazo, los efectos devastadores que este revés provoca individualizarán a esta familia, la aislarán del anonimato. Observados muy de cerca, los miembros familiares serán retratados en su pena con un depurado realismo y una valerosa honestidad. La “pena retratada”, de la que hablaba C. S. Lewis, tomará distintas formas según el personaje: oscilará entre el sentimiento de culpabilidad, el encerramiento en sí mismo, la sensación de abandono, la imposibilidad de recuperar el tiempo ido o la búsqueda de un sentido a lo que sucede. El film indaga sutilmente en el dolor bajo la forma de crónica intimista y se expande hacia cotas muy altas de cine contenido y libre entre las lastimosas preguntas sin respuestas sobre el misterio de la vida y de la muerte. La cámara de Moretti no proyecta hacernos llorar (y ésa es su mayor modestia y su primorosa honradez ): busca sencillamente expresar (y qué difícil es retratar lo sencillo) la aspereza de las emociones humanas al desnudo. Nunca utiliza el director italiano el melodrama efectista, ése que es mentiroso y manipulador con el espectador. Por el contrario, la sobriedad de la exposición se alza sin concesiones hasta llegar al retrato equilibrado y sutil de una realidad tan descarnada como conmovedora. El compromiso de Moretti con la historia y con los personajes es absoluto y, sobre todo, se muestra discreto, pudoroso y sin disonancias. Es una película fiel a la audiencia inteligente y, precisamente por eso, resulta irremediable la identificación con el desconcierto de sus protagonistas y su desconsuelo.

El gran cine que hay dentro de este conjunto de penetrantes fotogramas crece minuto a minuto con un delicado encadenamiento de sentimientos mostrados con excepcional coraje. Es, en ese sentido, puro cine clásico que bebe de transitados modelos genéricos; pero no por eso huele a cine convencional o ya sabido. Moretti tiene voz propia y la pone al servicio de una cámara entregada a la verdad de una tragedia. El filme trata de la muerte, de cómo se enfrentan a ella los seres humanos; pero el director italiano lo hace de tal manera que al final lo que hemos estado viendo es una secuestradora exploración que habla, en realidad, sobre la vida.

La habitación del hijo” es una película sin mensaje. No es una película que se engañe en la enseñanza y refutación de una tesis. Por el contrario, hay en ella grandes preguntas sin censura que se atreven a poner de manifiesto que nuestra sociedad no tiene respuestas.

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