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“LA ISLA DE ARTURO”, de Elsa Morante

  • salva-robles
  • hace 3 días
  • 3 Min. de lectura
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“LA ISLA DE ARTURO”, de Elsa Morante

AÑO: 1957

PÁGINAS: 429

GÉNERO: novela

 

Entrar en esta novela es como volver a la génesis de la literatura de siempre, esa llamada clásica que bucea en la tragedia que supone la supervivencia del ser humano. Aquí tenemos varios componentes que la emparentan con los cuentos tradicionales que intentan desentrañar los misterios de la vida con personajes cotidianos que se convierten en héroes pese a todo y que explican las relaciones humanas o cómo funciona el mundo:

·       Hay un espacio real anclado en el sur de Italia (la isla de Prócida, una isla volcánica en el golfo de Nápoles que se describe casi como intemporal, en un entorno idílico de barcos de pesca y pequeños pueblos encaramados en las colinas), que de tan particular aparece como mítico y, al mismo tiempo, metafórico: es como una cárcel para los protagonistas pues habitan en él sin ser conscientes de que están recluidos y encerrados en un confinamiento del que es imposible salir. Prócida acaba siendo un territorio de ficción mitológico.

·       La tragedia se mastica en cada página. Los personajes son víctimas inocentes de muchas cosas, pero (y sobre todo) de las convenciones, de la hipocresía, de las falsedades o en, definitiva, de la ocultación.


Así, leer “LA ISLA DE ARTURO” me ha devuelto a esas lecturas mías que me convirtieron en el lector que soy hoy. He recordado esa pasión que me hacían sentir las historias que se transmutan en una experiencia, pues aquí se habla (como pocas veces he sentido yo) de manera magistral del proceso vital que atravesamos todos cuando pasamos de la infancia y adolescencia a la edad adulta, mal que nos pese, ese tránsito doloroso que nos convierte en adultos que portan sempiternamente una mochila cargada (con mucho peso) en las espaldas. Lo que le sucede psicológicamente a Arturo en esta novela es algo que todos hemos atravesado de manera igual o muy cercana, sin que necesariamente hayamos tenido que vivir las mismas circunstancias. Así, Arturo se convierte en un personaje universal, sí, pero Elsa Morante le otorga tal profundidad que lo he percibido no como un arquetipo, sino como un personaje gigante, memorable y que, por ello mismo, no voy a olvidar jamás. Es, desde el mismo momento que he cerrado el libro, algo así como otro Holden Caulfield en mi memoria lectora. Y decir esto no es una exageración: es una certidumbre y una evidencia.

Lo mejor de la novela es cómo su autora ha sabido plasmar y aprisionar el paso a la edad adulta y lo hace a través de la construcción de unos personajes (todos, no solo el Arturo protagonista) en constante evolución y movimiento: la vida los sacude y agita tenaz e infatigablemente y, de esta manera, sus estados psicológicos son como las olas que van y vienen. En este sentido, la prosa de Morante es corpulenta y hermosa: dota de matices a sus criaturas hasta convertirlas en seres infinitos, inacabables para el lector y se convierten para este en vecinos que nunca acaba de conocer del todo, pero a los que aprecia (u odia según las circunstancias o las contradicciones que todos tenemos) por empatía y/o compasión.

LA ISLA DE ARTURO” es una novela río y una novela íntima en la que el contexto es fundamental para dar aceptabilidad y verosimilitud a los entes de ficción. Todo lo que rodea a los personajes es plausible y parece de verdad: le podría haber sucedido a cualquiera de nosotros o igual nos sucedió casi tal cual. En este sentido, Morante ha construido una novela sólida, profunda y obscura cuya prosa de tono clásico-tradicional no escatima los pespuntes líricos que crean párrafos y frases de una belleza que se disfraza (según las circunstancias) de variadas esencias. Y todo esto lo utiliza para hablar de temas que nos conciernen y nos determinan. Una prosa, en definitiva, que utiliza un ritmo que obliga al lector a figurarse e imaginar mientras espera las efemérides o los hechos, pues es morosa en el devenir, pero regia en crear agitaciones y sacudidas exaltadas, sensuales o emotivas. En definitiva, una novela potente y muy hermosa.

Posdata: solo le pongo un pero al número de páginas, pues creo que la autora debería haber podado algunas situaciones que se reiteran. No obstante, la he leído ensimismado, feliz y congratulado de nuevo con ese tipo literatura hoy casi desaparecida: la que narra como si contara una leyenda. Es decir, la que aprisiona la épica de vivir como algo mítico u homérico.

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