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“LA MESITA DEL COMEDOR” (España, 2022), de Caye Casas.



Es de esas propuestas extrañas que sabes (o crees saberlo) que son malas en el fondo, pero no lo dices o te da cosa afirmarlo porque hay críticas entusiastas y elogiosas (también las hay que la ponen a parir, conste). Yo creo que esta película es mala porque falla en lo principal: la historia difícilmente se sostiene. Y, sin embargo (va a haber unos cuantos peros y sinembargos y aunques en esta reseña), a la misma vez, quizá eso es lo mejor de ella: la historia. Es tan macabro, cruel y espeluznante lo que se cuenta dentro de ella, que es imposible apartar la mirada después del minuto 20 aproximadamente (si eres morboso y yo lo soy al parecer), aunque estoy seguro de que mucha parte del público no la va a soportar y no la terminará de ver.

Es una película de terror sin terror explícito. Una película que se disfraza, además, de comedia a lo “AQUÍ NO HAY QUIEN VIVA”: humor casposo y cutre, sin ir más lejos. Pero humor que acaba siendo tan negro como el carbón.

En el fondo, se percibe (y esto también es mortal en la película) que está hecha con cuatro duros y que hubiera sido mejor como cortometraje que como largo. Así que alargar la historia ha sido una decisión errónea. Ha buscado tener toda la pinta de ser una película de fin de carrera o es que lo es y yo no lo sabía esto. Y luego está el casting: lo siento, pero aquí no se han elegido bien algunos actores y resultan inverosímiles o inadecuados en sus roles o no todos cuajan al mismo nivel de exigencia. Y uno de ellos tiene una voz insoportable para mis oídos, pero insoportable de verdad. Lo siento.

Y, sin embargo, sé que yo esta película no la voy a olvidar nunca. Y va a ser imposible que me la saque de la cabeza durante mucho tiempo. No hay sustos preparados, no hay banda sonora ambiental que te condicione o manipule, no transcurre de noche o en un sitio cerrado macabro y siniestro, ni tiene dentro a un ser espeluznante dispuesto a hacer daño porque sí. Y, no obstante, la película es terror puro, produce una inquietud que va in crescendo de manera descomunal y, lo peor, te instala pensamientos en tu psique que te dejan noqueado y espantado. Por tanto, es una película mala que no lo es tanto porque logra lo que muy pocas consiguen: perturbar, incomodar o que la imaginación del espectador tenga que hacer la labor más enojosa e insufrible: pensar y dibujar lo que no se muestra nunca.

¿Entonces? Pues eso: que, a veces, lo malo se transmuta en interesante. La sencillez de la propuesta te mantiene alerta desde el primer minuto. Y uno la piensa, después de verla, anonadado y llega a una conclusión: es una película mala que intenta muchas cosas y en  ese intento está su logro descomunal: su eficiencia como filme terrorífico y desalmado.

Y un apunte curioso que la productora está aprovechando en la promoción como publicidad epatante: esta película le ha encantado al escritor Stephen King hasta el punto de alabarla por todas partes. Sin duda, una persona tan morbosa como yo, míster King. Ay, ay, ay.

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