Tengo dos opiniones enfrentadas sobre esta película:
Primera: es una obra a la que no se le puede negar su calidad en ninguno de sus aspectos. En ninguno. Está perfectamente pensada y en cada plano se ve una planificación exhaustiva. Hay asombro en algunas secuencias, hay belleza hasta en la captación del horror en algunos momentos. Es una película que uno ve sintiendo su dignidad primorosa por todos sus poros. No se le puede reprochar nada técnicamente hablando, la estética ornamental es enérgica, eficacísima. Y nos regala una espléndida lección de cine. Impecable obra artística en lo visual.
Segunda: todo lo anterior convierte la película, para mi gusto, en un artefacto que de tan perfecto, de tan milimétricamente organizado, llega a ser redundante e hinchado hasta el punto de no lograr emociones auténticas, sino enlatadas. La imagen deslumbrante que vemos encandila tanto, que esa propia imagen se ha olvidado de algo muy importante en el cine: la catarsis, que no es sino esa movilidad afectiva que acerca sensiblemente al espectador al interior de la verdad que se supone que había detrás de esas imágenes y que lo moviliza en sus adentros produciéndole una especie de placer en la adquisición de compasión, horror y otras emociones. A mí me emociona pensar en la realidad que vivieron esas personas, pero la película, más preocupada en la perfección técnica, no me deja sentir el proceso liberador que es toda obra de arte y que está ligado a la necesidad de aliviar conflictos inconscientes por empatía hacia lo sucedido. Es decir, “LA SOCIEDAD DE LA NIEVE” me deslumbra técnicamente, pero me deja frío. Y, al pensarla unos días después de verla, noto que me he quedado con la sensación de que la realidad terrible que pretendía narrar se ha quedado algo plana porque es más efectista que cierta y demasiado esquemática en lo emocional y, por tanto, un producto comercial para que se forre Netflix.
No obstante, y dicho lo anterior, bravo por Bayona como director a la hora de poner en la pantalla una garra visual increíble. En ese sentido, empieza ya a ser un alumno aventajado de Spielberg. Le falta algo importante para lograr una obra cumbre e inolvidable: un guion sólido que, aunque se revista de virtuosismo técnico, logre un buen desarrollo de personajes y un poco más de profundidad en la temática, para que los asuntos no se le desparramen en cierto vacío y puerilidad emocional.
CALIFICACIÓN: 7,75
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