AÑO: 1990 (Premio Nadal)
PÁGINAS: 187
GÉNERO: novela
Leer a Juan José Millás cada cierto tiempo es para mí una autoobligación tan placentera como necesaria. Este autor es un referente constante en mi vida desde que un profesor de Lengua, a mis 14 años, me obligó (bendita obligación) a leer “PAPEL MOJADO ”, de este mismo escritor, en 1º de BUP. Desde entonces, vivo obsesivamente –lo reconozco– cada huella que veo de Millás, ya sea a través de la prensa (magistral columnista y/o articulista desde hace años), a través de la radio (magnifico contertuliano en la SER) o a través de los libros que va publicando. Todos los he leído más de una vez. Algunos, muchas veces. Este que os reseño (“LA SOLEDAD ERA ESTO”) lo he vuelto a leer como hago cada dos años, más o menos. Así que podéis calcular las veces que lo he leído desde que ganó el Premio Nadal allá por el año 1990.
¿Qué me hace leer constantemente “LA SOLEDAD ERA ESTO” ? Varias cosas: el estilo de Millás (inconfundible, único; una voz narrativa original, diferente y altamente adictiva); la historia que narra (la transformación dolorosa y curativa de una mujer que a partir de la muerte de su madre inicia en solitario –qué soledad más tremenda vive esta dama profundamente herida– su “Metamorfosis” particular); y su personaje central (Elena Rincón), para mí una invención imprescindible y esencial en la literatura española de los últimos 30 años.
Como siempre en Millás, aquí no falta la descripción crítica, concluyente e irrevocable de la vida contemporánea. Es decir, la novela también es una crónica directa y descarnada de la vida de hoy. No sólo Elena Rincón, sino también todos los personajes que aparecen en la historia (con el marido de la protagonista a la cabeza) representan esa clase media acomodada que de joven sintió que necesitaba cambiar el mundo y una vez instalada en las prosperidades y holguras capitalistas, se ha olvidado de todos aquellos sueños de libertad y reformas porque han sido (in)conscientemente (o no) disfrazados por la corrupción y la falsedad más viciados y nauseabundos.
La narración se sustenta y se edifica a través de varias voces narrativas (la de la propia protagonista, la de la voz de su madre a través de unos diarios que aquella encuentra); a través del juego metaliterario que esas propias voces añaden a la ficción literaria; y a través de un tema recurrente en Juan José Millás: el doble que todos tenemos, nuestro antípoda o contrario.
Desde que la leí por primera vez, se ha convertido en la novela que yo más veces he regalado a amistades importantes. Y lo sigo haciendo: en cuanto quiero a alguien y me entero de que no la ha leído, me voy a una librería y adquiero un ejemplar para regalárselo.
POSDATA: Siempre que hablo de una novela de Millás (no todas tienen la misma calidad de esta, pero todas tienen algo que atrapa y sorprende), me quedo con la sensación de quedarme corto en las cosas que digo de ella. Ahora mismo estoy sintiendo esa sensación extraña: no la he valorado lo suficientemente bien y como realmente se merece.
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