"LA VIDA SUSPENDIDA", de Eduardo Laporte
- salva-robles
- hace 6 días
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“LA VIDA SUSPENDIDA”, de Eduardo Laporte
AÑO: 2025
PÁGINAS: 163
GÉNERO: autoficción
“Porque la vida es duelo,
eterna despedida de cosas que mueren”
Hay sincericidios que son pura honestidad. Este libro de Laporte tiene dentro de sus páginas una de esas confesiones tan francas como veraces, un libro que es (pura y directamente) hermosa reflexión sobre uno de los procesos psicológicos más complicados que soportamos muchas veces (a lo largo de nuestras vidas) los seres humanos: el duelo. En este caso, el duelo por un feto que no se convirtió en persona y a quien va dirigido todo lo que su autor escribe dentro de las páginas.
Así, el libro es una respuesta emocional constante, sí, por parte de su autor. Pero no se queda solo en eso, que ya es mucho. Dentro de las páginas también hay muchas otras cosas que rodean a esa emoción padecida, porque todo duelo tiene, además, una superficie cognitiva a la que Laporte le añade algo así como una dimensión filosófica a base de meditaciones, recuerdos y conversaciones con amigos o conocidos que estuvieron presente de diferentes formas en las diferentes etapas del proceso.
Y pese a ese sincericidio, hay pudor, mucho pudor, entre las páginas (un pudor, sí, muy impudoroso también: pero es que aquí dentro si no hubiera verdad no tendría sentido su existencia). Se nota ya leyendo el prólogo que ha escrito el propio Eduardo Laporte. Se nota en el tacto con el que utiliza una prosa que desde el yo ficcionaliza algunas circunstancias quizá para hacerlas más soportables en la realidad. También se percibe ese recato en la honestidad de unas confesiones punzantes y, por ello, dolorosas. Sabemos (los que algo hemos estudiado de psicología o algo nos hemos psicoanalizado frente al paredón que supone una terapia) que todo duelo tiene varias etapas (negación, ira, culpa, tristeza, aceptación) y este libro parece escrito en esa última fase, justo cuando ya se ha asumido la pérdida (¿de verdad que esta verdad se asume?). Pero “LA VIDA SUSPENDIDA” nos susurra todo el rato que, ¡cuidado!, no es lo mismo aceptar que olvidar.
Agradezco estos libros y que existan estos escritores que conectan (la magia de la buena literatura) con nuestras almas lectoras, con esos seres que leemos libros buscando instantes (llamémosles poéticos y este libro es pura poesía en su integridad a borbotones) que conecten con nuestros instintos, con nuestros discernimientos o que, de pronto, nos hagan comprender algo que aún no teníamos resuelto en nuestro inconsciente (cuántas veces ese inconsciente nos censura verdades y emociones, cuántas). Hay libros que sirven para darnos respuestas, para abrirnos los ojos, para poner palabras a nuestros silencios. “LA VIDA SUSPENDIDA” es ese libro que vocifera mucho a sus lectores, pero que clama aún más justamente por lo que no dice.
Y, por último, no quiero cerrar esto sin comentar otros datos (muy) interesantes del libro de Laporte. Por ejemplo, sus pertinentes citas literarias, el humor inteligente en mitad del padecimiento, las reflexiones metaliterarias sobre el proceso de escritura… Un todo que ha sumado para que yo, como lector, haya cerrado el libro muy emocionado por la fuerza que atesora dentro en eso de desgarrarse su creador, dejándome sus bordes dentados en los sentires que padezco en mis propias convicciones o pensamientos, mientras la prosa me iba regalando desahogo e ironía, o mientras las palabras rellenaban cavidades emotivas de una escritura autobiográfica que se sustenta en variabilidad y desconcierto, mientras busca comprender un vacío (esa ausencia de lo no nacido) que se coloca en nuestras vidas y ya permanece para siempre. Cada página parece que (nos) grita: ¿Cómo se consuela uno por lo que no fue?
Voy a por èl!!!