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"LAS BRUJAS", de Celso Castro



AÑO: 2020

PÁGINAS: 189

GÉNERO: novela


Otra potentísima historia de este autor grandioso. Cada libro suyo lo recibo como un acontecimiento. No quiero parecer excesivo en mis opiniones, pero es que lo compruebo en cada nueva publicación: Celso Castro es uno de los narradores más potentes de nuestra narrativa contemporánea. Tiene un mundo ficcional diferente mostrado con un estilo muy personal, genuino, libre y, también, muy espontáneo (en apariencia, claro: porque esto es literatura y todo se nota muy trabajado y, aún más, decididamente depurado). Entras en sus páginas y enseguida lo ves: el narrador en primera persona (personaje desamparado en sus tormentos emocionales), la prosa sin mayúsculas y sin puntos finales en los párrafos y el uso generoso de los guiones. Aturde esto, sí. Pero sólo al principio. Enseguida la narración y sus tonos te atrapan y eres incapaz de abandonar sus páginas. Pero, ¿por qué me secuestran sus narraciones? ¿Cuál es, de verdad, el motivo? La creación de sus criaturas, de esos seres que aparecen entre las páginas. Sin dudarlo. Sus personajes me llegan: su penetración psicológica, sus deseos, sus equivocaciones, sus confesiones no me son ajenas, aunque no haya vivido sus vidas, sí he sentido o puedo llegar a comprender lo que sienten y les pasa. Hay una comunión bestial entre esas criaturas narrativas y yo como ser humano que lee para comprenderse mejor. Y hablo de todas, desde el protagonista hasta los personajes secundarios o ausentes (que terminan siendo también protagonistas): todos tienen su trazado, su penetración subterránea, su psicología sutil y hasta simbólica o mitológica, porque siempre tengo la sensación de estar leyendo una fábula, una quimera o una leyenda ancladas con exactitud en plena actualidad. Sus historias son eso: el mito hoy.

Luego está la atmósfera que envuelve a los personajes: el ambiente claustrofóbico que marca sus cotidianidades. La extrañeza lo impregna todo, la realidad es mostrada en sus entrañas; una realidad que muerde y cuyos espacios estrangulan a los seres que la atraviesan y la respiran.

Por último, pero no menos importante, está ese monodiálogo entre el protagonista emisor y un tú recibidor que no rebate ni refuta y que jamás contesta. Ahí también se palpa la tensión, la maestría narrativa y el hipnotizado aprendizaje de la vida que el emisor logra a través de su verborrea casi infinita. Entonces, el existencialismo (revitalizado) estalla: la criatura desvalida grita para salvarse. Y lo lírico, esa prosa poética, acaba por impregnarlo todo.

Al final, cuando cierras el libro (qué pena siempre que se acaben los libros de Celso Castro), te percatas de la intensidad y calado que todo eso leído comienza a dejarte como poso (artístico y vital). Uno nunca -jamás- sale intacto de las historias de este escritor.

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