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"LAS DOS ADELAIDAS", de Elena Casero




AÑO: 2023

PÁGINAS: 221

GÉNERO: novela


Hay libros (y este es uno de esos) que mientras los lees empiezan a retumbarte, que pasas las páginas y estas parecen que sabían de tu vida, de tus emociones y de tus circunstancias, como si te las hubieran robado para ponerlas dentro del libro y que, así a lo bestia, de pronto te rujan, te aúllen y te tambaleen. Yo no he vivido lo que se cuenta en esta novela. O no lo he vivido tal cual. Pero la novela es el reflejo de lo que sentí, de lo que experimentamos mis hermanos y yo (más mi hermana, por supuesto, que es quien se hizo cargo de mis padres en sus etapas finales).

Hay en esta novela VERDAD. Una incómoda interrelación entre nosotros y la vida que nos toca a veces vivir. Y digo incómoda por lo que tiene de eco y de repercusión emocional. Te obliga este libro a no desvincularte de los hechos del pasado que siempre, en cualquier caso, reverberan en nuestro presente: la orfandad en la que nos dejan nuestros padres pasa factura siempre. Y siempre te queda esa duda de si los cuidaste bien o no cuando tocó hacerlo. Porque nunca uno se queda del todo contento en estas circunstancias. Cada uno experimenta subjetivamente sus contextos y sus escenarios; y la losa que queda, después de la dedicación, es algo como una lucha entre ese malestar que no sabemos si proviene del exterior o del interior y que, probablemente, tenga que ver con nuestras emociones, frustraciones y, sobre todo, remordimientos, más que de los entornos (aunque estos condicionan y mucho, por supuesto).

No sé por qué hablo de todo esto si de lo que yo quería hablar era de la excelente novela de Elena Casero, que escribe con una pulcritud extraordinaria mientras capta las atmósferas y nos desnuda a los personajes con tanta verdad que parece que estamos leyendo el documental de una época. Porque si hay algo relevante entre las páginas (y hay muchas otras cosas relevantes, conste) es, para mí al menos, esa manera que tiene de retratar/radiografiar una época y que el lector que yo soy ha experimentado en primera persona y la conoce al dedillo. No escatima Elena Casero en ser una escritora escrutiñadora, con retentiva prodigiosa y unos recuerdos intocables y bien anclados en su memoria y los vierte sobre las páginas creando un tiempo que fue y que sigue entre los recuerdos de los que lo vivimos tal cual. De ahí surgen palabras terruñeras, en desuso, pero que son parte de nuestra idiosincrasia léxica y que ella rescata sin pudores y con una riqueza encomiable; de ahí surgen maneras de vida enclaustradas en el patriarcado y que todos hemos protagonizado en nuestras casas con esas madres abnegadas y esas hijas heredando esa abnegación, obligadas por costumbres, por imposiciones, por machismo, por egoísmos masculinos.

Hay todo un modo de vida rescatado, que parece que se fue, pero que aún se percibe en sus sombras alargadas en el hoy. Y es ahí, en ese mundo comprimido que cuenta esta novela, donde yo me he visto; un mundo que tenía arrinconado, porque uno evita (consciente o inconscientemente, más bien esto último) el contacto con las emociones, con lo que vivimos y que fue doloroso, con lo que nos desbordó o no nos encajaba. Y, claro, todo lo que evitamos no se transita ni se gestiona. Somos expertos en anestesiarnos, en cambiar de tema, en mirar hacia otros lados. Y la novela “LAS DOS ADELAIDAS” te abre en canal y te da una buena bofetada mientras te grita: esto fue, esto hiciste o dejaste de hacer, esto es tu recorrido hasta el hoy. Y esto nos sucedió y mejor no olvidarlo.

¿Y qué somos nosotros sin recuerdos? La novela habla de eso: de la memoria, de rescatarla antes de que se pierda, de cómo el puñetero Alzheimer nos borra como seres humanos antes de desaparecer del todo. Pero también habla de mujeres que fueron nuestras madres y son nuestras hermanas, de personas corrientes que sobreviven a los embates como mejor pueden, del amor filial, del sentimiento materno, de la pérdida y de los reencuentros, de un mundo que parece pretérito pero que aún nos da mordiscos. Y, claro, todo eso me ha desbordado. Pero qué bien ese desbordamiento: la novela te ayuda a limpiar(te), a recuperar emociones apartadas, a corroborar tiempos y estados y a conocer que no sólo tú los viviste y que por eso mismo no estás tan solo en esto de la supervivencia. Y pasando las páginas, la novela te ayuda a conectarte contigo y a gestionar tus necesidades. Es de esos libros que higienizan, que te abren en canal y te congratulan con la vida. Yo es que soy muy de libros que no niegan el dolor. Porque al dolor SIEMPRE hay que escucharlo.

Gracias, Elena Casero. Me has ahorrado varios años de terapia.

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