top of page
  • salva-robles

"LAS LEYES DE LA FRONTERA" (España, 2021), de Daniel Monzón


Hay unas intenciones claras en esta película: crear vínculos, homenajear y repetir un cine ochentero español que dio muchos frutos desiguales por aquel entonces y que yo vi durante mi adolescencia en el cine de mi pueblo, siempre abrumado y sobrecogido por aquellas historias de chavales extraviados y desatendidos. Vale, acepto la propuesta. En este sentido, es una obra bien realizada, con ritmo desigual, pero ritmo; es una película perfectamente construida (impecables el vestuario y la dirección artística que logran atrapar una época de manera perfecta, tanto, que al final nos regala algo así como un parque temático de lo tan acartonada que acaba siendo). No me disgusta esto tampoco, pese a los peros que estoy poniendo. Para tenerlo todo mejor controlado, director y guionista se agarran a una buena novela de género de un escritor con ciertas presunciones y engreimientos y escriben una adaptación. Vale, la novela me pareció digna como género concreto, así que aún más ganas de ponerme a ver la película.

Lo que me disgusta (y mucho) es que todo eso resulta insuficiente cuando me doy cuenta a los 40 minutos de visionado de en qué se ha convertido realmente esta obra: en un producto vacío con ínfulas. Mucho tratratrá y poco lerele, oigan. ¿Y por qué? Por culpa de una historia que no puede tener más clichés por metro cuadrado. Están todos los que uno se puede imaginar y están, además, colocados con cero inventiva. Y entonces, surge la pregunta: si no se va a aportar nada, ¿para qué existe esta película? Vale, hay escenas de acción bien rodadas (Monzón tiene atesorado mucho cine en sus retinas y se nota esto), pero...¿y qué más? Yo no veo nada más por culpa de esa niebla espesa de lo archiconocido que resulta todo, absolutamente todo, lo que cuenta.

Y, por si fuera poco, está el reparto: otra vez una caterva de actores jóvenes españoles que necesitan urgentemente cursos (buenos cursos, por favor) de vocalización. Y esto lastra (mucho) e impide que uno pueda dejarse llevar por las imágenes. Y mira que el protagonista y la chica están bien, pero el resto...ay, el resto.

Venga, sí, me quedo con una cosita de ella: la historia de amor es lo que acaba dándole sentido a tanto vacío cinematográfico. Y eso que esa historia ya me la sé de memoria de la cantidad de veces que la he visto en otros cientos de películas. Será esto culpa de que igual aún me queda algo de romanticismo por mis venas.

Posdata: bueno, que le den los Goyas a decorados, vestuario y peluquería (aunque la peluca del personaje llamado Zarco se la podían haber ahorrado por ridícula), que de verdad que serán merecidos. Pero ya está.

34 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
Publicar: Blog2_Post
bottom of page