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"LAS NIÑAS", de Pilar Palomero




(España, 2020)


Todo lo cutre y putrefacto y antiguo y anacrónico perdura. En España, todavía más. Aquí parece que nos gusta dar un paso hacia delante y tres hacia atrás. En los años 90 del siglo XX aún persistía esa España postfranquista (que de vez en cuando sigue dando coletazos) en la que la educación católica y misógina (que siempre parece que van de la mano) se impartía en muchos colegios e institutos. En este ambiente se sitúa la historia de “LAS NIÑAS”, una película que, con discreción soberana, detalles sensitivos y franqueza a espuertas, denuncia esa infructuosa y anárquica manera de educar a las chicas.

Parece increíble que esto sea una opera prima. No se le nota. Hay tanta sabiduría cinematográfica, destreza sensorial y una escritura tan sutil como madura que uno parece estar viendo la obra maestra de una directora gigantesca, sabia y con años de experiencia. Pilar Palomero sabe de lo que habla, pero aun sabe más sobre cómo mostrar lo que le interesa decir. Para ello, opta en todo momento por mostrar un mundo femenino muy concreto (que se extrapola casi a cualquier otra realidad, por desgracia) y lo hace a través de una serie de subtramas microscópicas que se suman para lograr una hondura crítica penetrante, delicada y tan fina que taladra las retinas y la conciencia del espectador para que este (y esta) se identifiquen o comprendan y recuerden o denuncien.

Para esa crítica, el contexto utilizado ayuda (mucho) a comprender la ambigüedad de la España retratada y aquí también la directora tiene un ojo atentísimo para captar las referencias y los detalles: si a las niñas las enseñaban a coser o a cantar canciones machistas dentro de la escuela, cuando salían de ella respiraban la libertad del aprendizaje callejero mientras se movían entre canciones de “Héroes del silencio”, el porno codificado de Canal+, cigarros y alcohol a escondidas o comentando las mentiras que les habían contado sobre el SIDA. En definitiva: perdían sus inocencias (esa inevitabilidad por culpa del paso del tiempo) sobreviviendo entre dos polaridades. Y todo esto la película lo retrata con ingenio y mucha (muchísima) sensibilidad. En el fondo, es un retrato, también y sobre todo, del nacimiento de esas mujeres de hoy.

El reparto (al completo) está perfecto, de manera notoria la actriz que interpreta a Celia (Andrea Fandós me ha recordado el impacto de Ana Torrent en aquellas películas que hizo en los setenta) y Natalia de Molina (que hace de su madre). Todas muestran una frescura y naturalidad apabullantes y logran que la pantalla nos regale verdad a borbotones.

Peliculón. Ojalá se lleve el Goya a la Mejor Película española de 2020: es la que más se lo merece. Con diferencia.

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