AÑO: 2022
PÁGINA: 154
GÉNERO: novela
Hay algo mágico en esta novela y creo que es eso de ver cómo la narración juega constantemente entre la invención y el recuerdo de la narradora-protagonista y cómo ese juego también incide en las convenciones de la novela para destruirlas. El resultado es un mosaico de intervalos en la vida de una mujer que evoca a cuatro personas importantes que han desempeñado instantes sustanciales o significativos en su existencia. Y lo que parece la descripción de cuatro personajes bien diferentes, en realidad la novela lo que muestra es la verdadera personalidad de la cronista que rememora el pasado y a los personajes supuestamente retratados. Es decir, aquí la verdadera representación que se hace no es de quien aparece entre las páginas, sino de quien escribe, habla, narra o recuerda entre esas mismas páginas en primera persona.
Llego a este libro por dos razones: la primera, el premio a la mejor novela sueca de 2022. La segunda, la editorial que la publica en España (Gatopardo ediciones), que ha logrado los últimos años que yo acceda a novelas que me han impresionado o regalado gratísimos instantes de lectura placentera, de esas lecturas en las que uno se siente tratado como adulto y como lector serio y exigente al que no le valen ya los convencionalismos ni las temáticas repletas de clichés. Y en este caso, con “LOS DETALLES” vuelvo a toparme con una escritora que bucea con madurez e inteligencia en los pormenores de las relaciones amorosas, de las amistosas, de las materno-filiales y/o de las relaciones claramente sexuales. Y para hablar de ello, lo que se rememora son los detalles (de ahí el título preciso y precioso), que es donde parece estar la clave de lo que realmente importa en la vida y por eso permanecen instalados en nuestros recuerdos.
La novela está situada en los años anteriores a la implantación de internet y de las nuevas tecnologías que cambiarían el rumbo de nuestras relaciones sociales. Sobre esos años, los personajes aparecen rememorados por una narradora en primera persona que desentierra instantes y, de alguna manera (porque la memoria es caprichosa), reconstruye los hechos o más bien las emociones que quedaron de esos hechos sucedidos. El lector va pasando las páginas y poco a poco va constatando que ese yo que le cuenta “los detalles” de las cuatro historias es un “yo colectivo”, pues lo que piensa y siente la narradora, son emociones y sentimientos universales. Y, claro, la identificación del lector es brutal y el libro le sirve de espejo en el que parar a mirarse. Los otros y el yo son lo mismo, es decir, parte de una colectividad. Ia Genberg igual nos cuenta mucho de verdad (autoficción, pero no es una novela de autoficción aunque lo parezca por culpa de esa narradora subjetiva y en primera persona), pero lo que realmente importa de esta novela es la particularidad o la esencia que se extrae de lo narrado y es que nuestros egocentrismos actuales se olvidan de que, en realidad, nadie es tan único como nos creemos, que somos todos mucho más corrientes de lo que nos imaginamos. Y en esa simplicidad de ser humano que somos está nuestra verdadera esencia, ese yo que sobrevive en lo cotidiano sin ser un héroe mayúsculo por ello. Que aquí de lo que se trata es de permanecer en nuestros eventos y vicisitudes y que tampoco eso tiene tanta importancia y tampoco hay nada malo en ser una persona corriente o como cualquier otra y parte de la multitud. Y en esa permanencia, que es parte de nuestro seguir adelante, hay que buscar en los detalles la verdad, la que es sólo mía y a mí me importa (aunque esta verdad también sea la de todos, en cada uno a su manera, que es la misma y no lo creemos así. ¡Ay, nuestro egotismo!).
En definitiva, un placer haber leído este libro en el que me he visto reflejado en tantos detalles. Para bien y para mal, claro.
Anotada! Esta tengo que leerla!!!