Es una película curiosa: no es brillante, pero brilla; no es redonda, pero casi lo consigue. Hay dentro de ella cosas muy buenas: su impecable diseño de producción nos regala una película que parece que nace ya como clásica. Bradley Cooper dirige muy bien, pero el problema es que el guion no está a la altura ni de la película que hay en su cabeza, ni del personaje retratado ni de la buena interpretación que él mismo hace de dicho personaje, el proverbial Leonard Bernstein, compositor, director de orquesta y pianista norteamericano. Pero qué difícil es hacer en cine un buen biopic o un biopic que esté a la altura del ser humano radiografiado.
Hay buenas elipsis, escenas memorables (que van a perdurar en nuestra memoria cinéfila, estoy seguro), pero el guion falla con estrépito en lo de contarnos, finalmente, lo de siempre: un catálogo de clichés resumidos para aprisionar muchos años de la vida de una persona. Un ejemplo clamoroso: el personaje de la esposa que, aunque está interpretado majestuosamente por una proverbial Carey Mulligan, aparece en pantalla produciendo todo el rato la sensación de que ya lo hemos visto cientos de veces de la misma manera en muchísimas producciones cinematográficas. Y, en este sentido, el film acaba siendo una catarata de postizos repletos de cierta artificiosidad (habilidosa, pero efectista).
Sin embargo, es una película que se ve con gusto, se nota el esfuerzo de todos los que han participado en ella, hay detrás un personaje interesante que, aunque aparezca desdibujado y bastante estereotipado y lleno de tópicos, era un genio de la música. Una música, la suya, que suena durante toda la película para deleite de todos nosotros.
Estará en todos los premios como finalista acaparando nominaciones por aquí y por allá, es un producto hecho casi exclusivamente para ello. Y se llevará algunos y nunca podremos decir que inmerecidos. No obstante, cuando desfilan los títulos de crédito siento cierta frialdad, como que me quedo con ganas de algo más, de que esto es un quiero y no puedo y sintiendo que no me he emocionado nunca, en ninguna escena. Y mira que muchas de ellas son preciosas y técnicamente perfectas y hasta sorprendentes y extraordinarias.
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