He estado debatiendo conmigo mismo todo el rato mientras veía esta serie. No sabía cuál o dónde estaba el problema de la apuesta televisiva que, por un lado, me tenía enganchado y, por otro, no me la creía del todo. Vale, sé, como todo Dios, que la realidad supera la ficción y que, al parecer, este guion está basado en hechos verídicos. De acuerdo. Pero, entonces, ¿por qué la credibilidad narrativa me parece que tiembla y se cae en muchos episodios? No comprendo al personaje masculino en demasiadas situaciones. Con la protagonista no tengo ningún problema: es una zumbada necesitada y peligrosa y, es verdad, que existen seres (en ambos sexos) de esta calaña. A mitad de la serie se descubre algo del pasado (terrible, por cierto) de ese chico y se podría justificar su actitud (para mí) demasiado pasiva ante el acoso monumental de la loca del quince. Sin embargo, me sigue rechinando (algo me cojea), no acabo de creerme algunas decisiones argumentales por muy ciertas (reales) que sean.
Me tragué casi seguidos todos los episodios hace varias semanas y he estado pensando esta reseña desde entonces: no quise precipitarme con mis opiniones y la he rumiado bastante. La serie no me ha disgustado, tiene momentos enormemente logrados y está narrada con una contundencia feroz en significados psicológicos (algo que siempre me atrae). Igual es que en ella he visto algo (o percibido/intuido) que conecta con otro algo que reprimo o me inquieta y/o hasta molesta y, por ello, mi inconsciente ha mirado para otro lado. Esto, sin duda, me hace pensar que el guion es más bueno de lo que mi conciencia podría aguantar o resistir o interpretar (pese a las inverosimilitudes que he percibido). Porque no hay duda de que aquí dentro hay retratos arriesgadísimos sobre comportamientos humanos viscerales que están analizados con bastante tiento y profundidad. Es una serie que produce pánico/miedo a poco que la piensas por esa manera de captar la psique perturbada de los seres enfermos y/o peligrosos que abundan (en este enfermo siglo XXI) más de lo que desearíamos. En este sentido, lo mejor de la historia es cómo logra inquietar y remover al espectador, que presencia atónito, muchas veces, lo que la pantalla le ofrece de forma agotadora y de modo contundente.
Pero, insisto, al igual que del personaje femenino central me lo creo todo, no me pasa lo mismo con el masculino: esa parte importante donde se nos narran sus deseos de ser cómico me cruje, como que me grita y no entiendo esa obsesión por conseguir algo para lo que, sinceramente, no vale y nadie se lo dice con claridad. La otra parte, la que lo ha convertido en un ser humano frágil y atormentado de por vida, sí me ha emocionado y está toda ella contada con deslumbrante y estremecedora verdad.
Me quedo con lo que creo que es lo mejor de esta serie: es un relato inmejorable sobre los desbarajustes emocionales (siempre presentes en el ser humano, pero más evidentes en el distópico aquí y ahora que protagonizamos todos), sobre la persecución y acorralamiento y sobre la victimización en las personas dañadas, afectadas o heridas (física y psicológicamente). Y luego están los dos actores protagonistas: lo bordan, están ajustadísimos y nos regalan una radiografía de dos seres que permanecerán mucho tiempo en las retinas de nuestros recuerdos seriéfilos. Son dos de esas interpretaciones que deberían ser reconocidas en muchos de esos premios internacionales.
Lo dicho: una serie que no deja indiferente a nadie. Que arrastra dentro de ella tal tsunami de emociones, que mismamente por ello hará que los espectadores se dividan en dos bandos: los que son capaces de soportarla sin inmutarse y los que la vemos removidos en nuestros meandros más inconscientes.
Venga, vamos a ponerle un 7,5. Que no está mal y sin embargo.
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