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MIS TRES PRIMEROS ZAMBRA(S)


MIS TRES PRIMEROS ZAMBRAS

 

 “BONSÁI

AUTOR: Alejandro Zambra

AÑO: 2006

PÁGINAS: 96

GÉNERO: novela

 

 

Te la lees en menos de una hora. Es una novela que no lo parece, pero lo es. Corta, pero novela. Primera historia que leo de este escritor chileno y pienso seguirle la pista porque he quedado atrapado en sus benditos y originales juegos lingüísticos, en sus personajes esperpénticos y creíbles, en su estilo travieso (sus frases parecen haikus o incluso yo diría “mensajes telefónicos”) y en sus referencias literarias (estupendas, todo hay que decirlo) que desbordan cada esquina de la novela.

Los capítulos parecen relatos cortos, pero no son relatos como tales pues hay unión (fina unión, delicada y juguetona manera de hilvanar los personajes y las vivencias de estos seres que parecen tus vecinos de al lado, tan extraños como cercanos al mismo tiempo).

En el fondo, es un relato doloroso. Mucho. Los personajes buscan la felicidad y les cuesta encontrarla. Incluso cuando la tienen al lado, no saben atraparla o son incapaces de darse cuenta de que la tienen a punto de caramelo.

Te ríes, sonríes varias veces (pese a ser un relato doloroso). He llegado a soltar incluso carcajadas en varios momentos. Y esta risa (feliz lectura donde las haya) viene dada no solo por cómo suceden ciertas cosas, sino sobre todo por cómo están contadas. A toda novela breve le corresponde buscar la perfección (es un género que lo tiene más difícil que la novela larga, pues debe en pocas páginas intentar tocar la magia de la literatura). BONSÁI es cuasi perfecta, altamente ambigua, incluso descoloca por momentos. Pero atrapa. Atrapa con esa cosa fantástica y extraordinaria que tienen algunos escritores tocados por el HECHIZO. Los componentes son mínimos en la historia. Y esa es su mayor virtud: lo breve que es en todo. Porque, además, no necesita más.

¿Alguien puede resistirse a este comienzo? Transcribo: “Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella”. Alejandro Zambra ha entrado con buen pie en mi biblioteca.

Posdata: y ahora voy en busca de la película. Existe una versión cinematográfica que fue presentada en el Festival de Cannes en 2011 y hay críticas que la ponen bien. Me apetece seguir disfrutando.

 

 

LA VIDA PRIVADA DE LOS ÁRBOLES

AUTOR: Alejandro Zambra

AÑO: 2007 

PÁGINAS: 112

GÉNERO: novela

 

 

Hace poquito reseñé la primera novela de este escritor chileno (BONSÁI, 2006). Decir de esta segunda novela suya que leo que en ella se repiten los mismos componentes que en la anterior, pero aquí mejor agitados y con otros fines temáticos. Ya no me sorprende (aunque me sorprende y mucho, valga esta contradicción deliberada) el estilo narrativo, que me sigue pareciendo original, único, divertido, muy juguetón.  Y confirmo que Zambra es, para mí, una nueva voz narrativa potente y extraordinaria, cuyos párrafos son en la mayoría de los casos pura poesía.

Este segundo acercamiento a su literatura, me corrobora que Zambra es un escritor intenso y preciso. Le gusta, a través de pequeños trozos de existencia cotidiana, retratar la vida de personajes corrientes (que parecen tener rasgos autobiográficos, o esa es la sensación que me llega). Los personajes corrientes pertenecen a la clase media y aparecen en estado de conflicto o en pleno movimiento hacia otro tipo de vida anhelado u obligado, según las circunstancias. Para ello, Zambra nos presenta un juego metafictivo donde la narración está constantemente puesta en entredicho y los lectores asistimos a la propia construcción de la novela con persistentes analepsis y, sobre todo, prolepsis que nos adelantan lo que parecen claves que luego se resuelven o no. Y unos juegos de referencias literarias (incluida una a su primera novela –Bonsái–) muy ricos que hormiguean entre las páginas y que no son sino los propios miedos de un escritor cuando escribe una novela. Ahí es nada: una narración que muestra sus andamiajes, al mismo tiempo que narra una historia (con la que terminas conmocionado y hasta removido). Una historia, encima, que no está contada en el libro que leemos, sino sugerida y para que como lector la pienses. Todo gira en torno a una noche donde un hombre (con una hijastra) espera la llegada de su mujer. Esa espera nos trae un montón de recuerdos (“La vida es un enorme álbum donde ir construyendo un pasado instantáneo”, dice la página 50). Mientras espera a su mujer, el hombre cuenta historias a la niña hasta que se duerme. Y, al mismo tiempo, piensa y reconstruye: qué puede estar ocurriendo que justifique ese no llegar en la espera y qué pasado ha habido hasta llegar a la noche presente. Ahí, mientras tanto, aparecen los miedos, los fracasos, las relaciones frustradas, los efectos de la globalización y de la política que son rasgos tan universales como representativos de la especie humana.

Solo diré, para no estorbar a futuros nuevos lectores y para no contar nada inapropiado que estropee la lectura de nadie, que Zambra es chileno y aquí se nos muestra como un escritor comprometido con la realidad terrible que su país ha venido sufriendo desde finales de los 60 y principios de los 70.

Posdata: ya estoy con una tercera novela de este escritor. Acabándola casi. No puedo parar de leerlo. Y sigo sintiendo, como lector, un bienestar muy grande. ¡Qué gusto!

 

“FORMAS DE VOLVER A CASA”

AUTOR: Alejandro Zambra

AÑO: 2011 

PÁGINAS: 168

GÉNERO: novela

 

Un niño y un adulto. Un adulto que rememora al niño que fue. Un niño que se hace adulto. Así son los dos personajes que protagonizan esta historia emotiva y emocionante. Dos personajes que son la misma persona. El pasado como fuente para reconocer el presente y la memoria como espejo y pasaporte hacia el entendimiento de nuestra esencia, son los pilares que sostienen el entramado argumental de una novela que recrea (sin demagogia y sin pretensiones de reconstruir la Historia, con mayúsculas) una memoria sociopolítica y sus implicancias en los seres normales y corrientes, que, al fin y al cabo, son los que importan en el devenir y crecimiento de un país. Algo así como lo que Unamuno llamó “la intrahistoria”: dar voz a los que no la tienen en los libros que pasan a la posteridad. Alejandro Zambra bucea entre las almas corrientes cuyas vidas nunca van a aparecer en los periódicos. Y para ello, se baña en la piscina de su autobiografía (quizá inventada, pero qué más da), cuyas remembranzas no son sino pequeños fragmentos de hechos, situaciones o sentimientos que perduran sin que uno sepa cómo ni por qué.

Esta es la mayor diferencia que yo veo con respecto a los dos libros anteriores suyos que me he leído recientemente (Bonsái y La vida privada de los árboles): aquí, en Formas de volver a casa, Zambra da mayor profundidad a lo externo (a lo que rodea socialmente a sus personajes). Pero no se olvida de contar la intimidad, de zambullirse en la psique de sus protagonistas. Por eso, siguen estando las dudas, las vacilaciones de los recuerdos que conservamos (con una técnica-puzzle minimalista en presentarlos). Y siguen habitando en las páginas los juegos metafictivos (donde la novela se construye como duda y como juego) y ese tono lírico (de frases y párrafos cortos) que engancha por su verdad y por una sencillez no exenta de implicaciones verbales cuyas imágenes corrientes se pueden pensar como símbolos con significados variados. Y otra vez, los personajes femeninos (entes secundarios en apariencia) toman entidad a medida que vamos leyendo: qué mujeres usa Zambra, tan perdidas como los personajes masculinos, pero tan determinadas en sus indecisiones que dejan a los hombres persiguiéndolas por las esquinas.

No quiero aburrir, ni repetirme, pero tengo que decirlo: Alejandro Zambra es un escritor de estructuras pulcras, insólitas y hasta originales. Un autor que no necesita 400 páginas para obligar al lector a un esfuerzo inane y vacío. Sus novelas se leen fácil, en poco tiempo (porque además de cortas, son altamente adictivas) y no por ello dejan de ser profundas, conmovedoras y hasta elegantes. Sin olvidar que son comprometidas y espinosas. Pocas veces uno encuentra a un autor con el que al cerrar el libro te sientas apenado, cariacontecido y hasta enrabietado: con Zambra siempre quieres más. Y no porque te deje frío. No. Al cerrar un libro suyo, te quedas huérfano de su literatura.

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