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"MONTEVIDEO", de Enrique Vila-Matas


PÁGINA A PÁGINA


AÑO DE PUBLICACIÓN: 2022

PÁGINAS: 304

EDICIÓN: leído en digital

EDITORIAL: Seix Barral

GÉNERO: novela

LECTURA: en enero


Había dejado de leer a Vila-Matas. Sus últimos libros (no recuerdo cuántos son ya) no me los leí con premeditación y alevosía. No tengo en contra nada de este autor, al contrario: había leído todo (literalmente) lo suyo durante años subyugado por una prosa exquisita, un mundo literario particular y una manera (diferente) de entender la ficción o el concepto de novela. Y dejé de leerlo justo por las mismas razones y porque esas mismas razones me habían llevado a tener la sensación nefasta de leerle siempre exactamente el mismo libro con caparazón (título) diferente. Es decir, sus libros habían empezado a aburrirme sin menospreciar el talento de un autor magnético y magnífico.

Me puse a leer “MONTEVIDEO” porque me habían llegado referencias muy positivas del libro. Incluso había leído reseñas que afirmaban que el mejor Vila-Matas había vuelto y que esta novela era diferente, muy superior a sus últimas publicaciones. Como amaba a este autor, sentí nostalgia de los buenos ratos que me hizo pasar como lector en el pasado y decidí volver a su literatura. Lo hice, de verdad, con ganas, animoso, expectante y muy interesado. A las 50 páginas me di cuenta de lo que ya había percibido en los últimos libros que me leí suyos: no, no y no. Vila-Matas volvía a escribir otra vez el mismo libro de siempre.

Lo he terminado por cabezonería, quizá buscando en las páginas restantes lo que decían los críticos entusiastas. Pero lo he terminado aburrido, hastiado de las equivalencias, semejanzas, simetrías y paralelismos que hay tenaz e infatigablemente en todos sus libros. No puedo negar el despliegue de recursos que hay dentro de “MONTEVIDEO”, no dejo de admirar lo festiva que es siempre su literatura, los juegos metaficcionales que gasta, los efectos lingüísticos, las situaciones divertidísimas por absurdas y originales (me he reído a carcajadas, no lo niego, en varios tramos de la lectura); me gustan, como siempre, las citas y las anécdotas que empotra y encaja en el hilo principal de su nuevo “argumento”, las piruetas imaginativas, el listado de tipos de escritores actuales. Sí, todo eso lo valoro y lo percibo.

Sin embargo, he cumplido años, me hice otro lector (ese lector que sólo yo soy o puedo ser, no quiero decir que sea el mejor de los lectores posibles) y me doy cuenta de que este libro de Vila-Matas lo leo con 25 años y a su autor por primera vez y estaría hablando de “librazo morrocotudo”, pero con los 52 años que ya gasto esta novela me produce desidia, bostezo, pereza y una indiferencia casi mortal. No me da lo que busco en una novela: que me emocione su historia, que me salpiquen las turbaciones de sus personajes o que sienta placer estético gracias a logros estilísticos poco transitados o novedosos. Nada de eso percibo, nada de eso me da ya Vila-Matas. Y bien que lo siento. Quizá el problema sólo sea mío y, muy posiblemente, así sea. Pero yo mismo me lo perdono y hago de cura conmigo mismo y me impongo una autocondena: pasar al libro siguiente de otro autor o autora en busca de la emoción, la turbación o el placer estético que ya no encuentro en un escritorazo como Vila-Matas. Me quedo con los estupendos, admirables y asombrosos momentos que me regaló en el pasado, cuando su literatura sí fue para mí lo que tanto anhelo cuando abro un libro para leerlo. Y que no pasa nada. Esto es sólo una opinión personal. No hay autoflagelación ni ánimos de convencer a nadie de nada.

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