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MÁS CINE CON RESULTADOS VARIADOS



“EL OTRO LADO DE LA ESPERANZA” (Finlandia, 2017), de Aki Kaurismäki


Adoro a este director. Así que cualquier película suya la disfruto siempre. Aquí tenemos otra extraordinaria fábula que, pese a lo que cuenta, es divertida y absolutamente optimista. Kaurismäki sigue fiel a su estilo inconfundible (único, diferente, genial, tan sobrio y parco como preciso y explícito) y me atrapan sus historias de personajes repletos de nobleza y en los que la ternura o la ironía (disfrazada de un humor naif en ocasiones y caricaturesco casi siempre) se convierten en sus principales armas de actuación. Dos grandiosos personajes (sin olvidar a los secundarios, que tanto aportan y que son tan desternillantes) para una historia que habla (y critica profundamente sin que lo parezca) sobre el mundo complicado de la inmigración. Fabulosa.



“STEFAN ZWEIG, ADIÓS A EUROPA” (Austria, 2016), de Maria Schrader


Biopic que se centra en los años de exilio del excelente escritor austriaco. De entrada, es una película interesante porque su figura central atrae y uno quiere conocer, saber y entender aún más sobre este escritor. El problema de la película (de excelente factura técnica e interpretativa) es que es DEMASIADO academicista. Y ese academicismo impide que yo como espectador me pueda meter del todo dentro de la historia (que aparece contada con un tono demasiado desabrido, seco y frío), que no es sino la caída en la tristeza de un hombre intelectual que no comprendía los horrores de la realidad. Tiene dos secuencias inolvidables, justo las que empiezan y acaban la película: dos secuencias sin cortes de casi diez minutos, rodadas con una maestría absoluta. Y tiene momentos, atisbos de buena película. Pero, para mi gusto personal, excesivamente fría.



“LOS CANALLAS (LES SALAUDS)”, de Claire Denis (Francia, 2013)


Un thriller extraño. Te enganchan durante la primera mitad justo las cosas que vas a detestar en la segunda parte. Lo que parece interesante (personajes, trama, elipsis y ritmo narrativo) se va perdiendo en una serie de clichés manidos en algunos casos, y poco creíbles o directamente inexplicables en otros.

La atmósfera (casi siempre nocturna y bien lograda) no es suficiente para convencerme de algo distinto a lo que pienso tras visionarla: mucho oficio de estilo para una historia que termina siendo bastante fría y muy vacía. Qué pena: había intenciones muy interesantes, actores adecuados y un thriller prometedor.

Este descenso a los infiernos de Claire Denis necesitaba un poco más de rigor narrativo y, sobre todo, una escritura más férrea. Me quedo con su turbiedad (no en el sentido de desarrollo de la trama, sino en la ambigüedad de unos personajes que de partida estaban sólidamente construidos) y con la hermosura de algunas imágenes.

Curiosidad o manía: pese a su belleza gélida, pero belleza, siempre me resulta extraño ver a Chiara Mastroianni en la pantalla: es como ver a su padre con peluca (aunque sea una peluca extraordinaria).



“LOCAS DE ALEGRÍA” (Italia, 2016), de Paolo Virzì


En una desternillante institución italiana, dos mujeres (¿bipolares? ¿depresivas? ¿heridas? ¿incomprendidas? ¿todo a la vez?) conviven a pesar de todo. Y se escapan. A partir de ahí, estas Thelma & Louise a la italiana inician un periplo que la estupenda película de Paolo Virzì no deja que el espectador imagine y así, el agradecido público que yo he sido, contempla una historia imprevisible (con un guión que va ganando mientras la película crece y cuya estética y logros argumentales me han emocionado varias veces de manera clara y profunda). Porque me gustan estas dos mujeres, porque las apoyo y quiero entenderlas y hasta abrazarlas.

Es una película intensa, de despampanante desparpajo y donde prima la desternillante locuacidad de uno de los personajes (el que interpreta la gigantesca Valeria Bruni Tedeschi: ¡qué mujer ha sido siempre y en qué hermosa actriz se está convirtiendo película a película!) y un ritmo frenético y descacharrante, pero a la vez íntimo y dramático. Película alegórica, sí. Pero también contagiosa (en su alegría), en su energía y frescura; y también en su desgarro y en su tristeza. Y posee dentro dos inmensas interpretaciones: una ya la he mencionado. La otra es la de la bellísima actriz Micaela Ramazzotti, que da réplica inteligente y generosa a la otra gran actriz de la película.



“PURASANGRE” (USA, 2017), de Cory Finley


Tiene un buen comienzo: la atmósfera, el tono y los personajes son presentados de manera hipnótica. Quiere ser un thriller perverso, un “noir” con estilo usando la sátira social para dar una azotaina a los nuevos ricos. Tiene a dos actrices adolescentes con futuro que aquí saben cómo crear personajes ambiguos, oscuros y que den mucho miedo (y lo consiguen). Pero toda comedia negra requiere un argumento que no se diluya (tras la presentación magnífica) en clichés y boberías sin justificación. Es lo peor de la película: ese guion.

Pero es una obra extrañamente rara y magnética (un buen debut en la dirección, además): el cóctel de géneros y el uso de los espacios de manera inteligente le confieren un tono de entretenimiento y todo acaba siendo un (insustancial, sí, pero eficaz) conglomerado cinéfilo morboso (morbo naif, pero morbo) que te mantienen pegado a la butaca durante los 90 minutos que dura la función.



“FUERZA MAYOR” (Suecia, 2014), de Ruben Östlund


Lo mejor de esta inteligente película es que es más profunda de lo que su aparente frialdad y morosidad (típico estilo nórdico) muestra. Hay dentro de ella capas y más capas significativas que la mirada de un director con las cosas muy claras deja que sea el propio espectador quien las vaya desmembrando. Ahora que lo pienso, es una película para ver con amigos porque te crea la necesidad de entablar debate sobre todas esas capas que se tocan dentro de ella.

La idea de partida es la siguiente (y no hago spoiler pues todo esto ocurre en los primeros minutos de la película): una familia feliz está de vacaciones en la nieve. Una avalancha, mientras comen, los asalta. Y la reacción del padre (instinto de supervivencia) va a trastocar a la familia feliz. Y ésa es la premisa de la que parte la película: cómo un instante (uno sólo) o una acción nuestra pueden cambiar para siempre nuestras vidas, y hasta resquebrajarlas. Y, a partir de ahí, afloran los miedos, la culpa, el rencor, los cuestionamientos.

Interesante. Sutil. Muy curiosa esta película de un director ahora encumbrado gracias a dos Palmas de Oro en el Festival de Cannes. Y a mí ésta que comento me gusta mucho más que esas dos Palmas, conste.

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