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MÁS CINE FRANCÉS, POR FAVOR (4)

  • salva-robles
  • hace 12 horas
  • 2 Min. de lectura
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“LA ACUSACIÓN” (Francia, 2024), de Teddy Lussi-Modeste

 

El cine francés ya ha tratado en muchas otras ocasiones (y casi siempre con acierto y profundidad) el tema de los fallos de la educación pública francesa. Aquí tenemos otra buena muestra de ello. No es una película perfecta ni redonda (hay algún que otro cliché que estorba), pero sí es muy buena en clavar el cuchillo donde duele y es necesario. Y esto la convierte en una obra notable, incómoda y necesaria.

La injusticia nos puede asaltar a cualquiera de nosotros y en cualquier instante. Nadie se libra de una posible situación de iniquidad, de sin razón, de perfidia o de ilegalidad. Y en muchas ocasiones, nos pilla con pocos recursos o ayudas para defendernos. Que el mundo de hoy está sucio lo sabemos a poco que pongamos conciencia y un poco de cordura en nuestras supuestas inteligencias. ¿Cómo se defiende un inocente ante una acusación de acoso y abuso hacia una menor si, además, parece que ha desaparecido ese derecho al beneficio de la duda o el derecho a la presunción de inocencia de todo ser humano? Para muestra, las escenas en la sala de profesores y las discusiones que suscitan los propios compañeros de la víctima en las que prima casi siempre el narcisismo, el egoísmo y los prejuicios sin prueba alguna. La película muestra con dureza, sin concesión al sentimentalismo manipulador que tantas veces nos “regala” el cine, y un realismo apabullante y descorazonador, toda esa impotencia de un inocente acusado de algo que es falso y que lo va a señalar de por vida. Así, las escenas se suceden y el espectador ecuánime y desprejuiciado percibe un “algo” que lo incomoda, que lo insta a gritar la injusticia y lo pone muy nervioso (yo la vi cardiaco perdío, lo confieso). Qué difícil es defenderse hoy ante tanto censor y ante tanto desafuero o sinrazón.

La película francesa consigue mostrar la amoralidad del hoy bajo la forma de thriller psicológico y no se pronuncia nunca ni a favor ni en contra de la víctima. Deja, con inteligencia, que sea el espectador quien tome partido y decida. Y lo hace con una cámara objetiva, limpia de pompas vacuas y gracias a la precisión de un guion que brilla en la descripción y los diálogos dentro del aula o dentro de la sala de profesores, lugares que dan muchísimo miedo (y les aseguro que sé de lo que hablo). Es una película más verídica que ambiciosa artísticamente y, quizá, ahí es donde radica su mayor logro: retratar verdades (basadas en una situación vivida por el propio director, que abandonó la enseñanza para dedicarse al cine) que se muestran en su esencialidad con esa carnosidad tan propia del cine judicial francés.

Buena película y valiente. Con excelentes interpretaciones de todo el elenco. Es ese tipo de cine necesario más que nunca. El cine que denuncia y muestra realidades. El cine que se empapa de la vida y la aprisiona para desnudarla. El cine que hurga en las heridas del espectador y le pone un espejo delante para que piense y recapacite sobre sus propios comportamientos y sobre los comportamientos que ejercita hacia/con los demás.

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