(USA, 2020)
Seis razones por las que destaca esta bellísima película importante:
Frances McDormand: esta inmensa actriz vuelve a regalarnos un trabajo soberbio, estratosférico, maravilloso. Está en todas las escenas y le basta, en muchas de ellas, con mirar para regalarnos sutileza, hondura y mucha, muchísima, tristeza existencial.
La mezcla de géneros: ¿es esto un western, un documental, un drama, una road movie? Es todo eso mezclado con inteligencia gracias a un estupendo guion y una dirección encomiable y puntillosa en capturar detalles con ingenio y mucho entramado mordiente y hasta bastante áspero.
La banda sonora del siempre estupendísimo Ludovico Einaudi y la fotografía de punzante melancolía de Joshua James Richards. En muchas escenas predomina lo contemplativo y no hay diálogos: música e imagen recalcan y acentúan las emociones de la protagonista.
Los actores secundarios: son todos personas ajenas al cine, nómadas reales que han participado en la película que los retrata. Aportan veracidad al mundo plasmado en el guion.
La historia que cuenta: la palabra “quiebra” (con su sinónimo “grieta”) es la metáfora perfecta para describir de qué va esta película que es, en sí misma, una alegoría de varias cosas: de las fisuras que dejó la crisis de 2008 (sobre todo a las personas de mediana edad), de las fracturas que depone la realidad y que obligan a unos cuantos (muchos) a rehacer sus vidas donde lo efímero y fugaz toman protagonismo y donde la subsistencia se convierte en loable lucha dentro de una gigantesca precariedad, de las rajas que dejan los sentimientos nobles y las pérdidas amorosas y que nos condicionan para el resto de nuestras vidas. En definitiva, “NOMADLAND” es una crítica directa al neoliberalismo (ese sistema decadente y que cada vez resiste menos los embates que él mismo ha producido). Pero dentro de todo lo malo, las grietas, las fracturas, las quiebras o las rajas, no lo olvidemos, son hendiduras por donde también puede penetrar la luz alguna que otra vez.
El trabajo de dirección: es la segunda película de Chloé Zhao y, como en aquella primera maravilla que nos regaló, la directora vuelve a entregarnos un poema visual de belleza inaudita y logra una película que subraya la melancolía, esa que destila herida (y que empapa al espectador sensible), pero también huida (aquí como salida o respiradero que se resiste al mundo estafador y usurero que explota al trabajador sin ningún tipo de escrúpulo).
Altamente recomendable, sin duda.
Coincido totalmente contigo, Salva. Es pura naturalidad