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"NUEVAS TEORÍAS SOBRE EL ORGASMO FEMENINO", de Diego Sánchez Aguilar

Actualizado: 21 abr 2021


AÑO: 2016 PÁGINAS: 153 GÉNERO: relatos Caminar por los 7 relatos de este libro ha sido como mirarte en pelotas frente al espejo grande de tu habitación, con la claridad de un día soleado que permite que se vean todas tus imperfecciones (incluso aquellas a las que con los años les has cogido cariño y las tratas ya como compañeras que te brindan ser –egolatría, oh my god– un espécimen normalito tirando a resultón). Este libro es mi radiografía…y la tuya. Sí, la tuya, si me estás leyendo ahora mismo. Seas quien seas. Y es que Diego Sánchez Aguilar, su autor, nos ha puesto cámaras bien encubiertas en nuestras casas, calles y trabajos. Además, ha conseguido unas cámaras que graban los afueras y los adentros de todos nosotros, con la objetividad perniciosa que da la subjetividad de la buena literatura escrita para incomodarte mientras crees estar disfrutando (y así es, por supuesto) entre las páginas. Hasta que en una de esas páginas (en la tercera o cuarta, quizás incluso antes) te percatas (me hago consciente de mi inconsciente) de algo atroz: que sigo leyendo porque soy un “masoca” y porque me gusta que me vapuleen, me sacudan y hasta me golpeen entre páginas cuando la realidad (la que nos protagoniza a todos) sale reescrita con inteligencia, autenticidad y enjuiciamiento sin prejuicios. En los 7 relatos hay una prosa afinada, a ratos poética cuando quiere aprisionar lo cotidiano, y siempre diestra en su aparente sencillez. El narrador de estas historias estremece en su omnisciencia (y cuando usa la metralleta en las notas a pie de página, se le advierten sus matrículas “cum laude” en antropología). Y mientras esa estupenda prosa sucede y el infalible narrador dispara, los personajes (esos a los que uno como lector mira con la arrogancia del que juzga desde el altar de la estupidez que todos tenemos dentro –sí, todos; tú también porque de la estupidez no se libra nadie–) desfilan por los relatos con sus máscaras, con las máscaras de sus máscaras –tienen unas cuantas guardadas en los armarios–, con sus soledades disfrazadas a cuestas, con sus vidas prefabricadas y con el deterioro que produce un sistema que ya ni saben(mos) cuál es. Todos se desnudan para desnudar al lector (para desnudarme a mí, y a ti y a tu pareja o a tu vecino y a tu prima). Y por si fuera poco, el libro habla de sexo. Hay mucho sexo. Por todas las esquinas de los relatos el sexo aparece y desaparece para reaparecer de nuevo. El sexo como realidad y como símbolo de una realidad, la de ahora, la que vivimos, la que nos soporta y soportamos como mejor sabemos o podemos. La realidad que hiere y mata y envejece, que extraña y deslumbra, la realidad que nos devora cada minuto, cada día. La realidad que quizás nos merecemos.

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