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"OTRA RONDA", de Thomas Vinterberg



(Dinamarca, 2020)


Partiendo de la honestidad (en el guion y en el trabajo de dirección) la película se envalentona y corre muchos riesgos (de hecho, podría ser etiquetada como melodramática y sentimental y quedarse sólo en esa superficial lectura y, entonces, nos estaríamos perdiendo la bravura y el esfuerzo por radiografiar al hombre que ha creado la sociedad actual que esta hermosa película nos regala). Pero como hay honestidad en las pretensiones, sus logros son bastante buenos: Vinterberg nos entrega una película minuciosa en los detalles y equilibradísima en su tono tragicómico.

Beber es aquí el motor que da movimiento a los personajes, que deciden emborracharse y mantener el mismo nivel de alcohol en la sangre. ¿Por qué, para qué? No lo hacen por placer, que sería lo lógico y supuesto en estos personajes que atraviesan todas las crisis posibles que nos asaltan durante la mediana edad. Deciden hacerlo para impugnar, objetar, rebatir y oponerse a todos los convencionalismos en los que caemos por nuestras vidas cotidianas, convenidas y reformuladas, mal que nos pese. Es decir, hay una protesta abstracta y una búsqueda de esa verdad que, según se dice, los borrachos revelan.

El periplo que inician los personajes se muestra en la película con diafanidad y el guion pespuntea en la búsqueda de la única salida posible al final del camino: el nihilismo, la negación de cualquier creencia, de cualquier principio. Pero Vinterberg se decanta por la moral y su personaje central encuentra, ante el vacío al que se ve abocado, un existencialismo consolador. Aquí quizá la película no acaba siendo todo lo valiente que parecía que iba a ser o es que quizás aquel perverso Vinterberg de sus comienzos se ha dado cuenta de que por qué no nos podemos dar otra oportunidad (ese significado doble que tiene el título español, “otra ronda”, es bastante clarificador también). Criticable su decisión, pero no innoble o mentirosa.

La sombra “Full Monty” pulula por toda la película, quizá ese sea el tono que se copia aquí para contar lo mismo, pero con más profundidad, aunque abandonando el tono de comedia ligera que acabó siendo su precedente. Y esto convierte la película de Vinterberg en algo mucho más imprevisible (el guion, de nuevo, regalando zarpazos y lucidez y buceando en inflexiones y géneros).

Y luego están los actores, todos maravillosos, con el soberano y poderosísimo Mads Mikkelsen a la cabeza en uno de sus papeles más gigantescos. Ellos son el motor y el ritmo de una película que te acaba regalando unas ganas enormes (ay, la pandemia Covid cuánto nos está robando) de buscar a tus amigos y salir a celebrar cualquier cosa, da igual lo que sea: la vida, por ejemplo.


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