(miniserie, 10 episodios)
Otra maravilla de la animación reciente a cargo de un artista poderosísimo (cuando no se arrodilla ante el mercado americano) que se llama Genndy Tartakovskyel. Episodios de 20 minutos repletos de situaciones, mucho misticismo y aún más brutalidad. El único defecto de esta serie es que sus 20 minutos por capítulo saben a poco y uno quiere siempre más.
Un cavernícola (homínido) y un dinosaurio son los protagonistas que viven en una Prehistoria cruel y en la que prima la muerte. Por ello, ambos personajes necesitan o tienen que sobrevivir. Se comunican por gruñidos y gestos (no hay diálogos y esto es genial puesto que los silencios se convierten en clarividencias). Entre ambos surge una amistad extraña, irrealizable, quimérica. Viven aventuras brutales, desalmadas, inhumanas, feroces. Te pones a verla y te atrapa todo porque en ella el empleo de recursos y temas está exclusivamente destinado a emocionar vigorosamente al espectador, tal es su profundidad exaltada.
Cada capítulo se convierte en un microrrelato dotado de acento y sinfonía propios, aunque todos coinciden en ritmo, intimidación, terror y heroísmo. Al final, el resultado es una serie atractivísima, inteligente y llena de audacia en todos los sentidos y en la que explota una bestialidad abrumadora, desconcertante y aplastantemente ilustrativa.
Pese a su crudeza (esto no es una serie infantil de dibujos animados), nos encontramos con una propuesta televisiva cuyo principal poderío es que, en realidad, es una clase soberbia de ficción y narración inmersiva. Disfrutable cien por cien. Serie de televisión que se sale de toda convención televisiva.
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