EN SERIE
“QUERER” (miniserie, 4 episodios)
Es de esas apuestas televisivas que acaban siendo un acontecimiento importante porque fondo y forma elegidos (narrativa y visualmente hablando) se hermanan de una manera que nos regalan a los espectadores un prodigio infinito de cualidades. Hay algo más todavía aquí dentro y es su importancia social: debería ser (y ese “debería” es un condicional que escuece) una serie que, definitivamente, aclare, demuestre y tenga suficiente expresividad como para que todos aquellos que no quieren ver lo que se narra en ella y hasta niegan su realidad se queden sin argumentos y acaben por aceptarla y admitirla.
Hay algunos artistas con aptitud visual y/o capacidad narrativa y luego están (elegidos por los dioses) los artistas con talento, ecuanimidad y una honestidad y compromiso que trascienden la propia obra que crean. Aquí sus tres directores y guionistas entregan verdades, con una desarmada clarividencia, y nos sueltan puñetazos a diestro y siniestro sobre una verdad innegable: la violencia patriarcal y cómo se esparce esta, generación tras generación, en diferentes comportamientos de la masculinidad tóxica. Los tres directores han elaborado un guion modélico, hilvanado a base de elipsis milagrosas y que obvia lo explícito (con inteligencia y mucho tacto hacia la víctima) dejándolo todo para que la mente del espectador sea quien reconstruya las crudezas, los desmanes y la violencia directas ejercidas contra una esposa que ha soportado 30 años de humillaciones dentro del matrimonio.
La puesta en escena (para la que ayuda mucho una fotografía alucinante en tonos apagados y matizados de grises y que metaforizan, a través de la lluvia casi constante, el mundo interior de la víctima) es de una sobriedad rotunda y demoledora. Cada capítulo es un portento de contención y de rotundidad al mismo tiempo. Las imágenes, y lo que estas narran sin narrar, son irrebatibles y de un clasicismo narrativo en el que el pudor y la sutiliza se dan la mano para entregarnos un retrato durísimo y desconsolado de una mujer al borde de todo e inundada (por todas sus esquinas) de un desconsuelo y una impotencia difícilmente superables.
La trama juega con los géneros: dentro de ella se mezclan, con inteligencia supina, el thriller psicológico, el melodrama familiar y el enredo o embrollo judicial. Este último, que se ve sobre todo en el episodio tres de la miniserie, resplandece en la pantalla con mortífera veracidad, tanta que duele, incomoda y nos aguijonea la conciencia para dejarnos sin consuelo alguno: lo que narra ese episodio es inexpresable psicológicamente. Y lo peor: es la verdad que han vivido o soportan muchas mujeres.
El grupo de actores es maravilloso: realizan trabajos interpretativos que se van a quedar en nuestros mejores recuerdos “seriecinéfilos”. Todos están a un nivel milagroso. Pero hay que destacar, por encima del resto, a Nagore Aramburo: por favor, que le den todos los premios televisivos del mundo. Es prodigioso y alucinante lo que esta actriz es capaz de mimetizar y narrarnos hasta en esos espasmos faciales, casi imperceptibles, donde el miedo, la dignidad, el dolor, la rabia y la impotencia quedan perfectamente resumidos. Da gusto (artístico) contemplarla porque la pantalla se llena de ella y nos estalla en las retinas todo ese mundo interior soportado por un personaje que es franqueza irrefutable.
Bravo a todo el equipo de “QUERER”. Desde ya, es MI SERIE FAVORITA de 2024. Con diferencia abismal con respecto al resto de apuestas televisivas.
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