AÑO: 2023
PÁGINAS: 240
GÉNERO: novela
La potencia narrativa de esta novela es su atmósfera, no su argumento. De hecho, no tengo pudor en afirmar que dentro de sus páginas no hay argumento o no, al menos, en sentido tradicional. Y desde este punto, es desde donde más he disfrutado la lectura, que sorprende por una estructura en la que la atmósfera lo es todo o casi. Esa atmósfera (bastante kafkikana) se retroalimenta de asuntos, de cuestiones y de ideas que se amasan entre sí para crear una incómoda vivisección psicológica y un retrato social de una clase media acomodada que vive a la deriva y tan alienada como ciega.
Lo espléndido (y alucinante) de esta novela es cómo Colell (de)construye el lenguaje y nos regala una prosa profunda, altamente lírica, que usa la sintaxis para perturbar y remover al lector, para sacarlo de su zona de confort y esto es precisamente lo que busco cuando decido entrar en un libro: que me obligue a hacer un esfuerzo (en el mejor de los sentidos digo esto) y no me transporte por los caminos de lo liviano o insustancial e insignificante.
Es una novela sobre los pequeños detalles de lo cotidiano. Pero de lo extraño en lo habitual, del aburrimiento existencial que nos satura y del que no hablamos porque mencionarlo sería darle cabida en la realidad que no estamos dispuestos a mirar. Y es una niña, que está a punto de dejar de serlo (tiene trece años), quien mira y quien se percata de esos pormenores y quien lo observa todo desde unos ojos repletos de miedos y deseos, de silencios y de investigación y análisis inquietantes. Y lo que ve, lo que observa desde su inocencia a punto de ser reventada, es una comunidad de seres adultos que no actúan como tal o de jóvenes que caminan (como si fueran zombis) hacia el mismo lugar de los adultos que los rodean. Un transitar curvo en el que el desequilibrio y lo perturbador parecen encharcarlo todo. Pura realidad del hoy, a ver si nos damos cuenta de una vez por todas.
Uno lee, pasa las páginas de esta novela y va percatándose de que la magia que hay dentro de ella es cómo se describe la cara B de la realidad, o de cómo se construye una trama que huye de actos o giros y estructuras. Y el resultado es una obra literaria de calado, de profunda y sólida narrativa en la que importa mucho más el cómo que el qué (y, por si fuera poco, ese qué es expresado desde lo que no se dice, pero se insinúa o sugiere). Y esa es su fuerza descomunal. Pocas novelas hay escritas con estas intenciones estilísticas y se agradece esto como agua de mayo en mitad de tanta sequedad artística.
Entra “REINO VEGETAL” en el feudo de mis lecturas predilectas de los últimos años. De verdad y de corazón lo digo. Y que esto sea la primera novela de su autor, aún me satisface más porque me pone delante la posibilidad (que ojalá sea factible y se le permita) de seguir una carrera literaria que yo estoy deseando que continúe. De hecho, voy a estar muy atento.
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