Año: 1985
Páginas: 431
Género: novela
Noveloncio. DeLillo vuelve a subyugarme por completo. Qué maestría narrativa la suya, qué modo de narrar un tsunami de temas que nunca se interrumpen o chocan entre sí, con un control de los mecanismos novelescos apabullante y DEMOLEDOR.
Aquí dentro, en estas más de 400 páginas de puro gozo lector, germinan temas que azotaron las conciencias a finales del siglo XX: los desastres naturales ocasionados por culpa del ser humano, la cárcel del consumismo, la violencia y sus ramificaciones, la descomposición de la familia, el empacho de los “mass media”, las enfermedades…Y, entre todos ellos, también el miedo a la muerte o el intelectualismo y la arrogancia de los pedantes.
El tono narrativo mayor es el de comedia. La familia protagonista (de idiosincrasia tan americana) está descrita con una ironía y una bilis caricaturesca que recuerda a los trazos del cómic bufo, pero pespunteada con la precisión de un entomólogo que se dedica a diseccionar a los insectos para descubrir sus más íntimas rarezas. Y, sin embargo, ese retrato del americano burgués, tan certero, es una perfecta metáfora del ser humano en general: De Lillo usa su maestría para retratar la sociedad del presente, esa en la que todos podemos (y debiéramos) mirarnos. Y, claro está, el lector se ríe, se incomoda y masca con delectación la tragedia que hay detrás de todo. Aunque por el tono utilizado no lo pareciera.
Es una novela con personajes interesantísimos, que tiene diálogos que son pura inteligencia e ingenio a espuertas y que desnudan en profundidad a los seres humanos que los verbalizan, aquí entes literarios que metaforizan la vaciedad más sombría y preocupante de la realidad que nos circunda. La prosa de DeLillo es un constante esparcimiento entre realismo hiperbolizado y parodia moral donde lo convencional acaba desterrado siempre en lo que se conforma como novela posmoderna o literatura que hace una reconceptualización de la sociedad, de la historia y del yo. Es una de esas obras literarias que se plantea buscar respuestas ante esos nuevos estados del mundo surgidos de la vida capitalista y que muestran el inconformismo ante esas supuestas comodidades de la vida moderna. Los personajes de “RUIDO DE FONDO” se ahogan mientras bucean constantemente entre sus intenciones individuales y unas ideologías que no terminan de encorsetarse en sus conciencias. De ahí surgen las enormes contradicciones con las que conviven en lo cotidiano, que se transmutan en vidas repletas de miedos, de resignación o de situaciones en las que la inadaptación acaba ganando las batallas psicológicas. Y otra cosa que llama la atención en esta novela es su estructura dibujada a base de habilidosos contrapuntos que conforman un mosaico sobre los Estados Unidos (de ahí surgen los temas variadísimos, el retrato concreto de una sociedad alicaída en constante pánico y que se ahoga en diatribas existencialistas, mientras construye personalidades que parecen vivir en un exilio de sí mismos irremediable).
Creo que DeLillo fue con esta novela un visionario. Y su influencia la veo claramente en el cine de los noventa, en las novelas de muchos autores americanos contemporáneos o en los guiones de muchas series actuales. “RUIDO DE FONDO” se adelantó con inteligencia. Y percibir esto, mientras leía, ha contribuido a que mi lectura todavía haya sido mucho más placentera.
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