1.- “BABY” (España, 2020), de Juanma Bajo Ulloa
Es una película rara, muda, con imágenes perturbadoras en muchos ratos. Crea sordidez y hermosura al mismo tiempo y nos regala un espacio de fantasía como de cuento macabro que sabe crear inquietud y repulsa a partes iguales. Vuelve ese director que con sus dos primeras películas (qué hermosura fue su “ALAS DE MARIPOSA”) nos regaló un mundo muy particular y un cineasta que parecía tener una visión del cine diferente. Vale, sí, pero no: no es redonda, decae en muchos momentos por reiteración de situaciones que pueden cansar y aburrir o desesperar. Y, sin embargo, la he disfrutado por sus turbaciones.
2.- “DIRTY GOD” (Países Bajos, 2019), de Sacha Polak
Es una película que para bien y para mal se le nota que es un debut. Hay arrojo (en el tema y su tratamiento visual) y también hay compartimentos estancos (en ciertos clichés que acaban por no convertirla en una gran película). Posee una banda sonora poderosísima, además. Vale, sí, pero no: hay escenas demasiado descuidadas. Y, sin embargo, posee un gran magnetismo gracias a la gran interpretación de su protagonista (actriz que debuta con fuerza).
3.- “ON THE ROCKS” (USA, 2020), de Sofia Coppola
Lo mejor de ella es la ligereza que aparenta para, en realidad, ser mucho más profunda de lo que parece. Lo ingenioso es que cuenta una historia de amor…pero entre un padre y una hija. Y hay chispa y cierto tono de comedia que se agradece y uno la ve con media sonrisa en la cara todo el rato. Vale, sí, pero no: la Coppola hija se cree muy moderna y que puede volver a regalarnos otra “LOST IN TRASLATION” y no lo logra, aunque se le parezca algo, una miaja. Sin embargo, es una película cauta y moderada que se ve con agrado por su encantador desenfado.
4.- “REGRESO A HOPE GAP” (Reino Unido, 2019), de William Nicholson.
Lo tiene todo para ser una hermosa y gran película: una historia poderosa con muchos peligros narrativos, unos actores perfectos, una localización ideal. Y, vale, sí, pero no: la dirección es demasiado plana, abrumadoramente convencional y pierde todo el encanto que apuntaba. Y, sin embargo, tiene personajes tan creíbles y bien trazados (con tres actores estupendísimos entre los que sobresale una Annette Bening tirándose a la piscina con un personaje desagradable que llegas a comprender a la perfección gracias a su talento), que uno la disfruta sintiendo que podía ser más y no importa porque prefiere una película así antes que cualquier tontería con ínfulas.
5.- “SOLE” (Italia, 2019), de Carlo Sironi
Para ser una primera película, hay mucho talento dentro. Es un drama apreciable que mezcla con gracia cine del calado de los hermanos Dardenne o del cine de la Europa del Este de las dos últimas décadas. Y lo hace con un ritmo a lo Antonioni muy apreciable. Y sí, vale, pero no: le falta cierto arrojo y obviar ciertos clichés que sobreabundan en el cine social. Sin embargo, es una película que tiene una tragedia muy humana descrita en tonos fríos que no deja indiferente al espectador.
6.- “VERANO DEL 85” (Francia, 2020), de François Ozon
Es una película libre, que juega con inteligencia (en su escritura) a la subjetividad ficcional adoptando un tono de teen movie sobre el primer amor. Vale, sí, pero no: la trama de thriller no está bien resuelta (aunque su juego de anticipaciones es brillante y descoloca y engaña sin manipular o manipulando con inteligencia). Y, sin embargo, uno la ve enganchado a ese adolescente y seducido por una segunda parte tan almodovariana (en sus exageraciones) como reflexiva. Es una película que es mejor al pensarla mientras la ves. Y eso dice mucho de ella.
Solo he visto la primera (“Baby”) y coincido totalmente contigo. La propuesta es novedosa e ingeniosa, pero en ocasiones decae por ser algo repetitiva.