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“TEOREMAS DEL SILENCIO”, de Natacha G. Mendoza

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“TEOREMAS DEL SILENCIO”, de Natacha G. Mendoza

AÑO: 2025

PÁGINAS: 133

GÉNERO: relatos

 

Según lo que aprendí en el pasado, un teorema es una proposición que se demuestra con lógica partiendo de otras proposiciones ya demostradas. En este sentido, el libro de Natacha G. Mendoza (un conjunto de nueve relatos) es la expresión de situaciones vitales que llevan a sus personajes hacia unas derivas emocionales que son difícilmente expresables con palabras para ellos y por eso las criaturas literarias callan todas y sobreviven enterradas en silencios que las atrapan, que las engullen, que las determinan. Son las palabras de la escritora quienes sirven de proposiciones para el teorema de sus vidas, quienes exponen y demuestran en qué momento de sus existencias están y quienes les dan voz a los silencios.

Así, el silencio de las criaturas de ficción en estos relatos se transmuta en una emoción más. Si lo consideramos como una forma de comunicación (ya sabemos que hay silencios que gritan), en las historias de la autora canaria aparecen desde su contra: la incomunicación, principal fuente de controversia y tristezas varias. Y, claro, esto lleva a los personajes hacia una incomodidad emocional que se propaga en sus cotidianidades y modos de comportamiento. De esta manera, vemos seres humanos que callan unos por vergüenza, otros por miedo, algunos por impotencia o están también los que deciden callarse porque no saben gestionar sanamente sus turbaciones o trastornos. Muchos de los personajes no ponen en conciencia su incapacidad para reconocer esa fuente de información que es siempre cualquier emoción que sentimos. Suele ser el miedo la emoción más paralizante y las criaturas literarias de “TEOREMAS DEL SILENCIO” viven ahogadas en esa amenaza que es continuamente el miedo. Pero, si no reconocemos la emoción (y en este libro el silencio impide a los personajes percibir el mundo y, por tanto, no pueden detectar aquello que verdaderamente les importa), entonces nos paralizamos y sufrimos. El lector, es inevitable, se identifica y se reconoce en esas criaturas inventadas por la autora porque comprende sus propios recelos y sus propias desconfianzas. Y es, desde este lado, donde literatura y lector se intercomunican y desde donde estallan los sentimientos de quien lee y bucea entre las páginas, mientras explora o descifra, ya que asocia experiencia y vivencias personales. Es lo que más admiro de la literatura de Natacha G. Mendoza: sus mundos ficcionales conectan de una manera brutal con el ser humano que soy. Así, sus libros son siempre un tiempo de cuidado que me dedico. Leer a esta escritora es mirarme por dentro y atreverme con ello porque no hay literatura sin transformación, sin diálogo reflexivo. Las historias de estos nueve relatos, aún en la no identificación directa, me transforman y me hacen recapacitar. Veo en ellas una aproximación y una experiencia que me acercan a los más oscuros (y comunes) secretos del ser humano. Y, por ende, a mis propios recovecos interiores.

Es de admirar cómo crece la autora libro a libro. En esta ocasión da un salto hacia delante y se sumerge desde los microrrelatos de sus libros anteriores hasta los relatos extensos de “TEOREMAS DEL SILENCIO”. Si en las distancias cortas ya demostró calidad en mitad de sus breves intensidades, ahora el lector se encuentra con historias más explicadas y que profundizan más en las situaciones o vivencias de los personajes. Pero siguen las sugerencias (Natacha no es autora que necesite revelarlo todo) y es el lector el que reconstruye aquello que aparece evocado, propuesto o inspirado. Hay siempre en estos relatos un mundo subterráneo detrás de lo evidente y, así, cada historia crece o se ensancha en la mente del lector gracias a la calidad y a la contundencia con la que la escritora nos implica, nos emociona o nos incita a reconstruir con sus insinuaciones o con las vivencias congeladas (hielo que parece fuego y hasta dinamita) de sus personajes. De esta manera, lo sugerido, lo innombrado o lo que aletea por debajo de lo que leemos estalla en significados y cada relato tiene otro (o varios) dentro al mismo tiempo. Yo a esto lo llamo literatura inmersiva (esa literatura que absorbe al lector mientras este reconstruye la historia planteada en su cabeza y la completa extrañado y, decididamente, atrapado dentro de ella).

Hablemos (es importantísimo e inevitable) de la prosa de Natacha G. Mendoza. En esta autora la narración abraza los mismos elementos que te puedes encontrar en un poema: actitud lírica y hablante (narrador) lírico, pero sin los elementos formales de la poesía (métrica y rima). La cadencia y la musicalidad de la sintaxis construyen imágenes portentosas que logran una fuerza y una contundencia únicas. Es aquí, en este aspecto, donde veo a una escritora diferente, con estilo propio e inimitable. Un estilo que también se va ampliando libro a libro. La voz literaria de Natacha es muy personal y me gusta porque adopta una posición ética con la que comulgo y con la que me emociono. Tiene un poder embriagador que expresa un peculiar punto de vista sobre la existencia en este mundo que nos rodea y cómo lo soportamos los seres humanos dentro de él. Y lo hace con una delicadeza inusual que suelta detonaciones a diestro y siniestro.

La incomunicación (metaforizada en el silencio), las relaciones familiares, la violencia (física o situacional) y las repercusiones de nuestros actos (los que llevamos a cabo y los que no), pululan entre las páginas como temas universales que adoptan en los relatos de “TEOREMAS DEL SILENCIO” una visión muy particular: Natacha contempla el mundo con ojos de antropóloga y tacto empático y agitado. Ama a los personajes más desarraigados o sufrientes del mundo, esos que sobreviven callados por el miedo o por las imposiciones de otros. Sí, sus criaturas de ficción sufren y son pesimistas, pero aparecen en las historias para dar voz a los desconsolados, a esas personas silenciadas por sistema o por injusticias varias. Los que resisten también tienen derecho a gritar sus miedos, parece que nos dice la autora canaria. Ella da luz a sus oscuridades.

Gran y hermoso libro. Todos los relatos tienen una calidad incuestionable. Algunos de ellos van a permanecer conmigo ya para siempre.

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