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  • salva-robles

"THE STAIRCASE" (miniserie, 8 episodios)



En 2018 se estrenó un documental de éxito brutal. Ahora HBO, de manera muy inteligente, nos regala una serie basada en aquel documental que, a su vez, estaba fundado en eso que los modernos llaman “true crime”. He visto la serie antes que el documental. Pero justo al terminar el último episodio, me fui a Netflix y me puse los dos primeros capítulos y ya estoy enganchado. La serie te lleva inevitablemente al documental.

Somos morbosos, nos gusta husmear en la vida íntima de los demás. Lo disimulamos, pero nos gusta. Nos encanta saber que hay familias ricas desgraciadas, que sufren, que la vida les regala, de pronto, un hecho que los tambalea para siempre. Nuestros más bajos instintos explosionan y salen a la luz en casos como el que cuenta esta serie y que, además, resulta que se basa en una historia real que muchos conocen. El caso, encima, es escabroso, hay sangre, una muerte en extrañas circunstancias y un sospechoso principal que de tan ambiguo que es logra que toda la historia nos resulte aún más mórbida, perniciosa, truculenta y epidérmica.

Añadamos que esto va de un juicio, principalmente. Y las series sobre juicios enganchan, también nos vuelven locos a muchos. Sumemos unas convenciones genéricas modernizadas pues la serie no se corta en usar como material el rodaje del documental en el que se basa. Todo, de esta manera, se retroalimenta en una suerte de magnífica metanarración que se convierte en fascinante historia. Todo, por si fuera poco, muy bien rodado, con un diseño de producción marca de calidad HBO y un reparto estelar impresionante, con un Colin Firth realizando el papel de su vida y unas Toni Colette y Juliette Binoche tan estratosféricas como siempre (aunque luzcan pelucas deleznables, pero qué mas da si da gusto tenerlas en la pantalla siempre).

Al final, uno percibe mientras la ve ese regusto de una historia profusa y exuberante a la que los guionistas y directores le sacan el máximo partido, ya que han sabido cebarla y sustentarla con temáticas atrayentes y seductoras. Aquí dentro, no sólo se está intentando resolver un crimen, es que, además, nos están contando las injusticias de la justicia, las manipulaciones de unos y otros para conseguir una victoria a costa de lo que sea, sin importar la víctima, la desmembración de una familia y sus deslealtades, la traición, la fuerza e inconsistencia de los juicios públicos. Todo sumado nos llega como una serie hechicera, que te atrapa en ese contundente retrato “misery porn” que juega con mucha inteligencia al utilizar la ambigüedad más desconcertante. En todo momento, los guiones se plantean (y dejan a la libre interpretación de cada uno) dónde estacionar la verdad dentro de la realidad ocurrida. Y estallan grandes preguntas: ¿cómo se construye una sinceridad si esta no parece única?, ¿la verdad es tan manipuladora como la ficción?

Y, finalmente, está la inteligencia de todo el conjunto. Uno la termina de ver y comprende que le han contado algo que ha visto muchas veces, aunque de ninguna manera se lo habían presentado así. Los juegos temporales (hay continuos flashbacks y flashforwards), el trabajo (insisto) memorable de Colin Firth, la organizadísima dirección o los meandros y contingencias que la serie acaba investigando o examinando, nos regalan un trabajo televisivo de primer orden que en mi caso he disfrutado de principio a fin.

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