(miniserie, 3 episodios
Hay historias que son desde el principio un puñetazo en la mandíbula. Ese puñetazo lo recibes y te noquea por varias razones: un guion que sabe cómo contar (sin retorcimientos ni reiteraciones soporíferas e inútiles) lo que realmente importa; un trabajo de dirección sutil, contemplativo pero nunca lento o aburrido y que logra un ritmo de montaje de escenas que te mantiene, en todo momento, en una tensión desgarrada y nerviosa porque de lo que se trata es de contar verdades que nos resuenan o que podemos entender perfectamente; y un trabajo actoral inmenso de sus dos protagonistas y de un reparto secundario espectacular, sobrio y tan bien ajustado que uno no puede más que aplaudir tras cada escena que interpretan sean quienes sean los que salen en esta miniserie.
Es un retrato de la vida en prisión. Esto podría echarnos para atrás porque retratos de esos hay a miles en el cine o en televisión. Si lo hiciéramos, nos estaríamos perdiendo una obra poderosísima en intenciones y resultados, una serie gigante que es una de las apuestas televisivas más sobresalientes de ahora mismo.
También es una radiografía del melodrama de la vida, de las emociones que nos protagonizan en situaciones adversas y cuando no nos las merecemos y, sin embargo, nos vemos envueltos en ellas por aquello de que sobrevivir duele y mientras lo hacemos a veces la cagamos sin haberlo pretendido. O porque el azar nos arrastra. O porque los otros nos meten en berenjenales. O porque nadie nos ha enseñado qué es esto de la resistencia mientras se respira hasta que nos llega el día del juicio final.
Lo potente del guion es que mira desde dos polos opuestos de la ley y, de paso, hace una crítica al sistema penitenciario británico. Además, los enfoca añadiendo subtemas morrocotudos como la culpa y nuestros principios éticos, y por si fuera poco todo esto lo adorna (en el mejor de los sentidos: ¡bravo!) con cómo lo viven las víctimas o los familiares de las víctimas. Es sutil, no necesita más de tres episodios para hacer un completo profundo en capas temáticas que no dejan títere con cabeza.
Y esa sensación que deja al final: todo es insuficiente para entender y atender a todas las partes, estamos solos ante las adversidades y la redención parece imposible.
No os la perdáis. Merece mucho la pena.
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