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  • salva-robles

"TITANE" (Francia, 2021), de Julia Ducournau


A veces nacen películas como esta y uno siente cosas dispares y hasta bastante contradictorias entre sí. Por un lado, la admiras por su osadía sin tapujos. Hay algo en el guion y en la lectura de ese guion que hace la puesta en escena, que uno percibe desde la admiración. Por otro lado, al mismo tiempo uno siente que esto es una tomadura de pelo, que hay una violencia gratuita dentro bastante tremenda. Y esto último, uno lo piensa diciéndose: tienes a alguien que te censura ahí dentro de tu cerebro. O no, y es verdad que a ti (a mí) cada vez te gustan menos que te muestren la violencia de manera tan descarnada e, incluso, pudiera ser que de forma tan gratuita (o no). Pero es que esta película es purísimo producto de nuestro tiempo y dentro hay un personaje central y otro secundario descomunales que son reflejo del hoy, de ese hoy distópico e inenarrable, oscuro, sucio y perturbador. Y, sobre todo, desolador. Porque esto es "TITANE" para mí: una radiografía tremenda de la ruina, destrozo y decadencia de la sociedad del siglo XXI. Y, claro, verlo así en una pantalla, tan a lo bestia, perturba, descoloca, me deja noqueado, como recién salido de una pelea de kick boxing en la que me han dado una paliza descomunal.


Veía la película asqueado y sin poder apartar la mirada de ella. Y no sólo por culpa de ese morboso que llevo dentro (nadie se libra, tú qué me lees tampoco), sino también porque la película es hipnótica, magnética, abracadabrante y muy estomacal. Es toda ella como un latigazo eléctrico. Si la miras con prejuicios, no la aguantas. Si intentas verla con objetividad y predispuesto a que te sorprendan (visualmente tiene magia y hasta cierta belleza que es difícil de explicar), igual uno se percata de que esto es una obra imperfecta, pero de las que se hablará ya toda la vida (algo así como ocurre hoy con "LA NARANJA MECÁNICA", o con la "CRASH" de Cronenberg o con otras cuantas películas de violencia explícita).

Sé que la directora de "TITANE" me está manipulando, creo que sé a dónde quiere trasladarme y me trastea con brío y bastante arrojo. Sé que su propuesta es de las de: o te quedas conmigo o vete pal carajo, inmisericorde espectador idiota y asustadizo. Y, al final, me doy cuenta de que toda esa descorazonadora contradicción en la que me he sumergido viéndola es parte de la sobrecogedora ambición de una película imperfecta, pero también inteligente y bastante esclarecedora a la hora de captar lo terrorífico del ahora mismo.

Y, finalmente, están esos dos personajes tremendos (vaya dos interpretaciones consiguen los actores: me pongo de pie y les aplaudo), esos dos seres en los que, mal que me pese, me acabo reconociendo o reconociendo a alguien por algunas de las múltiples grietas que me muestran. Sí, son nosotros. Ese nosotros en el que nos estamos convirtiendo. Quizá la película los dibuje desde los extremos, quizás, quizás, quizás. Pero es indudable que sus retorcimientos psicológicos son pura transferencia y transparencia del presente. Son ese disparate en el que nos estamos ahogando. Y "TITANE" lo que subraya es una conciencia. Pone imagen y voz a todo esto que nos pasa.

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